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Historia social de la literatura y el arte
admiración por la grandeza, a pesar del mal que ésta se ve forzada a
causar con frecuencia; en un culto a la grandeza precisamente por su
disposición para el mal e incluso para el crimen. El Napoleón de
Stendhal, como su Sorel, es uno de ios predecesores de Raskolnikov;
son la encarnación de lo que Dostoievski entendía por individualis
mo occidental, y fue causa de la ruina de su héroe. También la re
signación de Stendhal tiene rasgos románticos y está en relación
más directa con la novela de desilusión del romanticismo que con
el pesimismo frío y seco de Balzac. Pero las novelas de Stendhal ter
minan tan mal como las de Balzac; la diferencia está en el modo, no
en el grado de renunciación.
También sus héroes son vencidos; también ellos perecen la
mentablemente, o, lo que es peor, se ven obligados a la capitula
ción y al compromiso; mueren jóvenes o se retiran desilusionados
del mundo. Al final están cansados todos de la vida, están gasta
dos, consumidos, quemados, abandonan la lucha y pactan con la
sociedad. La muerte de Julián es una especie de suicidio, y el final
del héroe de La cartuja de Parma es una derrota igualmente triste.
El tono de la renuncia está expreso ya en Armancia, donde el mo
tivo de la impotencia es el símbolo inequívoco del enajenamiento,
del que sufren todos los héroes de Stendhal. Este motivo tiene to
davía su resonancia en la convicción del joven Fabricio de que es
incapaz de auténtico amor, y en las dudas de Julián Sorel sobre su
talento para amar. El poder de hacer feliz del erotismo, que di
suelve toda existencia individual egoísta, la absorción total en el
momento y el olvido perfecto de sí mismo en la entrega a la ama
da, les son ajenos de todas maneras. Para los héroes de Stendhal no
hay una dicha del presente; la felicidad está siempre detrás, y no se
dan cuenta de ella sino cuando ha pasado ya. Nada expresa más
conmovedoramente el trágico sentimiento de la vida propia de
Stendhal que la tristeza que hay en el reconocimiento de Julián de
que los días de Vergy y Verriéres, que vivió de manera inconscien
te y sin estimarlos, que han desaparecido inevitablemente y para
siempre, fueron los más bellos, los mejores y más preciosos que la
vida podía ofrecerle. Sólo el paso de las cosas nos trae la conciencia
de su valor; sólo a la sombra de la muerte aprende Julián a valorar
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