Page 289 - Hauser
P. 289
Historia social de la literatura y ei arte
consiste en que el intelectual de nuestros días es, al mismo tiem
po, un hombre de acción y un observador, un actor y su propio es
pectador. Stendhal sabe cuál es la fuente de su felicidad más gran
de y de su miseria más honda: la reflexividad de su vida espiritual.
Cuando ama goza de la belleza, se siente íntimamente libre e ili
mitado, pero no experimenta sólo la dicha de este sentimiento,
sino, al mismo tiempo, la felicidad de ser consciente de esta felici
dad 43. Pero ahora, que debía estar completamente absorbido por su
felicidad y redimido de todas sus limitaciones e incapacidades, está
todavía lleno de problemas y de dudas: ¿esto es todo?, se pregun
ta; ¿este es el famoso amor? ¿Se puede, pues, amar, sentirse encan
tado y, sin embargo, observarse de manera tan fría y serena? La res
puesta de Stendhal no es, en modo alguno, la ordinaria, que admite
una distancia insalvable entre sentimiento y razón, pasión y refle
xión, amor y ambición, sino que parte de la idea de que el hombre
moderno siente de manera distinta y se siente embriagado y entu
siasmado de manera diferente que un contemporáneo de Racine o
Rousseau. Para éstos eran incompatibles la espontaneidad y la re
flexividad del sentimiento; para Stendhal y sus héroes son insepa
rables; ninguna de sus pasiones es tan fuerte como el deseo de ren
dir constantemente a sí mismo cuentas de lo que ocurre en su
interior. Esta conciencia significa, en relación con la literatura an
terior, un cambio tan profundo como el realismo de Stendhal; y la
superación de la psicología clásicorromántica es tan estrictamente
una de las premisas de su arte como la abolición de ia alternativa
entre fuga romántica del mundo y fe antirromántica en el mundo.
Los caracteres de Balzac son más coherentes y menos contra
dictorios y problemáticos que los de Stendhal; significan, hasta
cierto punto, un regreso a la psicología de la literatura clásica y
romántica. Son monomaniacos dominados por una sola pasión, y en
cada paso que dan, en cada palabra que pronuncian, parecen obe
decer una orden. Pero es curioso que su verosimilitud no sufra bajo
esta presión y que posean un grado de realidad más alto que las fi
guras de Stendhal, a pesar de que éstas, con sus antinomias, co
43 Cf. Paul Bourget, Essais de psychologk contemporaine, 1885, pág. 282.
290