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Historia social de  la literatura y ei  arte







                      consiste  en  que  el  intelectual  de  nuestros  días  es,  al  mismo  tiem­



                      po, un hombre de acción y un observador,  un actor y su propio es­


                      pectador.  Stendhal sabe cuál es  la fuente de  su felicidad más gran­


                      de y de su miseria más honda:  la reflexividad de su vida espiritual.


                      Cuando  ama goza de  la  belleza,  se  siente  íntimamente  libre  e  ili­



                      mitado,  pero  no  experimenta  sólo  la  dicha  de  este  sentimiento,


                      sino, al mismo tiempo,  la felicidad de ser consciente de esta felici­


                      dad 43. Pero ahora, que debía estar completamente absorbido por su



                      felicidad y redimido de todas sus limitaciones e incapacidades, está


                      todavía lleno de problemas  y de dudas:  ¿esto es  todo?,  se pregun­


                      ta;  ¿este es el famoso amor?  ¿Se puede, pues, amar, sentirse encan­


                      tado y, sin embargo, observarse de manera tan fría y serena? La res­



                      puesta de Stendhal no es, en modo alguno, la ordinaria, que admite


                      una distancia insalvable  entre sentimiento  y razón,  pasión  y refle­


                      xión,  amor y ambición, sino que parte de la idea de que el hombre



                      moderno siente de manera distinta y se siente embriagado y entu­


                      siasmado de manera diferente que un contemporáneo de  Racine o


                      Rousseau.  Para éstos  eran  incompatibles  la espontaneidad  y  la re­


                      flexividad del  sentimiento; para Stendhal  y  sus  héroes  son  insepa­



                      rables; ninguna de sus pasiones es tan fuerte como el deseo de ren­


                      dir  constantemente  a  sí  mismo  cuentas  de  lo  que  ocurre  en  su


                      interior.  Esta conciencia significa, en relación con  la literatura an­



                      terior,  un cambio  tan profundo como el realismo de Stendhal; y la


                      superación de  la psicología clásicorromántica es  tan estrictamente


                      una  de  las premisas  de su arte  como  la abolición  de ia alternativa


                      entre fuga romántica del mundo y fe antirromántica en el mundo.



                                Los  caracteres  de  Balzac son  más  coherentes  y  menos contra­


                      dictorios  y  problemáticos  que  los  de  Stendhal;  significan,  hasta


                      cierto  punto,  un  regreso  a  la  psicología  de  la  literatura  clásica  y



                      romántica. Son monomaniacos dominados por una sola pasión, y en


                      cada paso que  dan,  en  cada palabra que pronuncian,  parecen  obe­


                      decer una orden.  Pero es curioso que su verosimilitud no sufra bajo


                      esta presión y que posean un grado de realidad más alto que las fi­



                      guras  de  Stendhal,  a  pesar  de  que  éstas,  con  sus  antinomias,  co­







                                43  Cf.  Paul  Bourget, Essais de psychologk contemporaine,  1885,  pág.  282.






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