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Naturalismo e  impresionismo







        de  la  burguesía,  y  no  oculta  su  admiración  por  las  conquistas  de



        esta  clase.  Está  simplemente  lleno  de  un  miedo  histérico,  y  ba­


        rrunta por  todas  partes  desorden  y  revolución.  Lucha contra todo


        lo  que  amenace  la estabilidad  de  la  situación  existente  y  defiende



        todo  lo que  parece  asegurarla.  Ve  en  la  monarquía y  en  la  Iglesia


        católica el  baluarte más seguro contra la anarquía y el caos; el  feu­


        dalismo  es para él  simplemente el  sistema que  resulta de la hege­


        monía de estos poderes.  No  tiene  nada que ver con  las formas que



        la monarquía,  la Iglesia y la  nobleza  han adoptado desde  la Revo­


        lución, sino sólo con los ideales que ellas representan, y combate la


        democracia  y  el  liberalismo  simplemente  porque  sabe  que  toda



         la estructura de  las  jerarquías  se  derrumbará una vez que se  la co­


        mience a criticar. Opina que «un poder sujeto a discusión, no existe».


                   La igualdad es una quimera irrealizable; nadie en el mundo la


         ha  hecho realidad.  Así como toda comunidad,  sobre  todo  la fami­



         lia,  descansa  en  la  autoridad,  toda  la  sociedad  debe  también  ser


        construida sobre el principio de autoridad. Los demócratas y los so­


         cialistas son soñadores extraños al mundo, y esto no sólo es verdad



        porque creen en la libertad y la igualdad, sino también porque idea­


         lizan  desatinadamente  al  pueblo  y  al  proletariado.  Los  hombres,


         sin  embargo,  son todos  iguales  fundamentalmente;  todos se preo­


        cupan  por  sus  ventajas  y  persiguen  sólo  sus  propios  intereses.  La



         sociedad está totalmente dominada por la lógica de la lucha de cla­


         ses; la guerra entre ricos y pobres, fuertes y débiles, privilegiados y


        desposeídos,  no tiene límites.  «Todo poder tiende a la propia con­



         servación»  (El médico de aldea),  y toda clase oprimida, a la destruc­


         ción  de  su  opresor;  éstos  son  hechos  inalterables.  Pero  Balzac  no


         sólo  está familiarizado  ya  con  los  conceptos  de  la  lucha de  clases,


         sino  que  está  también  en  posesión  del  método  de  desenmascara-



         miento del materialismo histórico.  «Se envía a galeras a un crimi­


         nal —dice Vautrin en ilusiones perdidas— mientras que a un hombre
                                                                                          ,

         que arruina a muchas  familias por medio de  la quiebra fraudulen­



         ta se le imponen un par de meses... Los jueces que sentencian al la­


         drón guardan las barreras entre ricos y pobres....  saben, desde  lue­


         go, que el hombre que provoca una bancarrota origina, a lo sumo,


         un desplazamiento en la distribución de la riqueza.»







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