Page 299 - Hauser
P. 299
Historia social de la literatura y el arte
naturalismo la nivelación absoluta de todos los datos de la realidad,
el mismo criterio de verdad en todas las partes de la obra de un ar
tista, entonces se dudará en llamarle naturalista. Pues se debe más
bien hacer constar que su fantasía romántica y su inclinación al
melodrama le empujan constantemente, y que con frecuencia esco
ge no sólo los caracteres más excéntricos y las situaciones más in
verosímiles, sino que construye también los escenarios de sus his
torias de tal manera que es imposible imaginarlos en concreto, y
que sólo por el color y las notas de la descripción contribuyen al
efecto que se pretende lograr sobre el ánimo. Clasificar a Balzac
como naturalista pura y simplemente puede conducir solamente a
desilusiones. No tiene sentido ni objeto compararlo como psicólo
go o pintor de ambiente con los maestros de la novela naturalista
posterior, con Flaubert o Maupassant, por ejemplo. Si no se quiere
disfrutar de su obra como descripciones de la realidad y simul
táneamente como las visiones más audaces y violentas, y se espera
de él algo distinto de la mezcla confusa de estos elementos, nunca
se encariñará uno con él. El arte de Balzac está dominado por el
apasionado deseo de entregarse a la vida, pero debe relativamente
poco a la observación directa: la mayor parte es inventado, discuti
do, reelaborado en el sentimiento.
Toda obra de arte, incluso la más naturalista, es una idealiza
ción de la realidad, una leyenda, una especie de utopía. Aceptamos,
incluso en el estilo más anticonvencionalista, ciertas caracterís
ticas, como, por ejemplo, los colores claros y las manchas sin con
torno de la pintura impresionista, o el carácter incoherente e in
consecuente de la novela moderna, admitiéndolos de antemano
como verdaderos y apropiados. Pero la descripción que Balzac hace
de la realidad es todavía más caprichosa que la de la mayoría de los
naturalistas. Despierta la impresión de fidelidad a la vida princi
palmente por el despotismo con que somete a los lectores a su hu
mor y por la microcósmica totalidad de su mundo ficticio, que ex
cluye de antemano la competencia de la realidad empírica. Sus
figuras y escenarios parecen tan auténticos no porque los rasgos
particulares con que son descritos correspondan a la experiencia
real, sino porque están dibujados tan aguda y circunstancialmente
300