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Naturalismo e  impresionismo







                    ardiente y su  emoción que  quiere ser siempre sublime.  Ni  siquie­



                    ra sus diálogos son impecables; también en ellos hay pasajes muer­


                    tos  y  notas  que  «disuenan»  como  si  se  cantara  desentonando.  Es


                    bien  conocido  el  razonamiento  con  que  Taine  intenta  explicar  y


                    justificar  las  peculiaridades  estilísticas  de  Balzac.  Hace  notar que



                    hay  en  literatura  diversos  modos  de  expresión,  todos  igualmente


                    válidos,  y  acentúa que  el  autor  de La  comedia humana  no  se dirige


                    precisamente al público de los salones de los siglos XVII y XVIII,



                    a  un  público  sensible  a  las  más  leves  indicaciones  en  vez  de  a  los


                    colores chillones y las notas estridentes, sino que, por el contrario,


                    escribe para gente a la que impresiona la novedad,  lo sensacional y


                    lo  exagerado,  es  decir para  los  lectores  de  la  novela de  folletín  59.



                    Este  es  indudablemente  un ejemplo espléndido de crítica  literaria


                    sociológica; porque si muchos escritores de la generación de Balzac


                    evitaron  sus  yerros  estilísticos,  pocos  fueron  tan  íntimamente  en­



                    salzados en su propio tiempo como él.  ¿Pero no se debe más  bien,


                    en vez  de  disculpar  las  debilidades  de  Balzac,  intentar  explicar  la


                    contigüidad  inmediata en él de lo grandioso y  lo mediocre?  ¿Y no


                    se debe aducir, sobre todo como explicación sociológica, que las pe­



                    culiaridades  de su  estilo  se  deben  principalmente  a  que  él  era  un


                    plebeyo y constituía la expresión intelectual de la nueva burguesía,


                    relativamente inculta pero extraordinariamente activa y eficaz?



                              Se  ha  señalado  repetidamente  que  Balzac  pinta  en  sus  obras


                    mucho más  el  retrato de  la generación  siguiente que  el  de  la suya


                    propia, y que sus nouveaux riches y sus parvenus,  sus especuladores y


                   sus  vividores,  sus  artistas  y  sus  cocottes  son  más  característicos  del



                    Segundo  Imperio  que  de  la  Monarquía  de Julio.  Aquí,  efectiva­


                    mente, parece que  la vida  ha imitado al arte.  Balzac  es  uno de  los


                    profetas  literarios en ios que la visión era más  fuerte que  la obser­



                   vación.  «Profeta» y «visionario» son naturalmente sólo simples pa­


                    labras de perplejidad que disimulan nuestra desorientación ante un


                    arte  cuyo  mágico  efecto  parece  crecer  con  cada  deficiencia.  Pero


                    ¿qué otra cosa puede decirse si no de una obra como, por ejemplo,



                   Chef d ’oeuvre inconnu,  que combina la más profunda penetración en


                   el  sentido de la vida y del presente con  una increíble ingenuidad?



                             59  Taine, Nouveaux essais de critique et d}bistoire,  1865, págs.  104-113.






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