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Naturalismo e  impresionismo







                   era  la  burguesía era  tanto  más  inútil cuanto que sólo  podía existir


                   gracias  al  favor de  esta  clase.  El  Segundo  Imperio  es  inconcebible



                   sin  el auge  económico  con el que coincidió.  Su  fuerza y su  justifi­


                   cación  estaban en  la  riqueza de sus ciudadanos,  en  los  nuevos des­


                   cubrimientos técnicos, en la construcción de ferrocarriles y vías flu­



                   viales, en la ampliación y aceleración del tráfico de mercancías y en


                   la difusión y creciente flexibilidad del sistema de  créditos.  Duran­


                   te  la Monarquía de Julio  era todavía  la política  la que  atraía a los


                   jóvenes  talentos  en  su  mayoría;  ahora es  la economía la que absor­



                   be a  los  mejores  hombres.  Francia  se  vuelve  capitalista  no  sólo  en


                   las  circunstancias  latentes,  sino  también en  las  formas  manifiestas


                   de  su  cultura.  Es  verdad  que  el  capitalismo  y  el  industialismo  se



                   mueven por caminos conocidos  hace  tiempo, pero es ahora cuando


                   por vez primera ejercen su influencia en todos los ámbitos, y la vida


                   diaria  de  los  hombres,  su  vivienda,  sus  medios  de  transporte,  sus


                   técnicas  de  iluminación,  su alimentación  y  su  vestido  experimen­



                   tan  desde  1850  modificaciones  más  radicales  que en  todos  los  si­


                   glos anteriores  desde el  comienzo de la moderna civilización urba­


                   na.  La  demanda  de  artículos  de  lujo  y,  sobre  todo,  el  afán  de



                   diversiones  son  incomparablemente  más  grandes  y  más  generales


                   que nunca.


                             El  burgués  se vuelve vanidoso, exigente,  arrogante y cree po­


                   der hacer olvidar,  con  meras  formalidades externas,  la modestia de



                   su  origen  y  la  promiscuidad  de  la  nueva  sociedad  de  moda,  en  la


                   que el demi-monde,  las actrices y los forasteros desempeñan un papel


                   inaudito hasta entonces. La disolución del anden régime entra en su



                   estadio final, y, con la desaparición de los últimos representantes de


                   la  antigua  buena sociedad,  la cultura francesa sufre  una crisis  más


                   grave  que  cuando  padeció  su  primera  conmoción.  En  arte,  sobre


                   todo en arquitectura y en decoración de interiores, nunca había im­



                   perado tanto el mal gusto como ahora,  Para los nuevos adinerados,


                   que son  lo  bastante ricos como para querer brillar,  pero no  lo bas­


                   tante  antiguos  como para brillar  sin ostentación,  no  hay  nada de­



                   masiado  caro  ni  pomposo.  No hacen distinción alguna en  los  me­


                   dios,  en  la aplicación  de  materiales  verdaderos  ni  falsos,  ni  en  los


                   estilos,  que  acoplan  y  mezclan.  Renacimiento  y  Barroco  son  para







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