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Historia social de  la  literatura y el  arte








                      trás  de  la  respetabilidad  burguesa.  Es  evidente  que  la  elección  de


                      motivo  no  está  condicionada  tanto  por  consideraciones  artísticas


                      como políticas.


                                Incluso la pintura de paisaje se convierte en una manifestación



                      contra  la cultura de  la sociedad  dominante.  Es cierto que el paisa­


                      je  moderno  había surgido desde el primer momento como contra­


                      posición a la vida de las ciudades  industriales,  pero la pintura pai­



                      sajista  romántica  representaba  todavía  un  mundo  autónomo,  el


                      cuadro  de  una existencia  irreal  e  ideal  que  en  modo  alguno  podía


                     poner en relación directa con la vida actual y cotidiana.  Este mun­


                     do era tan distinto del escenario de la vida real contemporánea que



                     podía  ser  concebido  ciertamente  como  su  antítesis,  pero  difícil­


                     mente como una protesta contra ella.  El paysage intime de la pintu­


                     ra moderna, por el contrario, describe un ambiente que, en su tran­



                     quilidad e intimidad, es diferente por completo de la ciudad, pero


                     que,  sin  embargo,  está  tan  cercano  a  ella por su  carácter  sencillo,


                     antirromántico  y  cotidiano  que  se  imprime por  sí  misma  la com­


                     paración  entre ambos.  Las  románticas cumbres  y  los  tranquilos la­



                     gos, e, incluso, los bosques y los cielos de Constable, tenían algo de


                     fabuloso  y mítico  en  sí,  mientras  que  los  claros  en  el  bosque y las


                     manchas  de  boscaje  de  ios  pintores  de  Barbizon  dan  la  impresión



                     de tan naturales e  íntimos, parecen tan fáciles de alcanzar y poseer


                     que  los  modernos  hombres  de  ciudad  han  de  sentirlos  siempre


                     como  un  aviso y  un  reproche.  En  la elección de  estos  motivos  tri­



                     viales e «impoéticos» se expresa el mismo espíritu democrático que


                     en la elección de tipos de Courbet,  Millet y Daumier,  con  la  única


                     diferencia  de  que  los  paisajistas  parecen  decir:  la  naturaleza  es



                     siempre y en todas partes  bella,  no se  necesitan  motivos  «ideales»


                     para hacer justicia a su  belleza,  y, en cambio,  los pintores de figu­


                     ras quieren probar que el hombre es feo y deplorable, tanto si opri­


                     me a otros como si es oprimido. Sin embargo, el paisaje naturalis­



                     ta,  a  pesar  de  su  sinceridad  y  su  sencillez,  se  vuelve  pronto


                     convencional,  como le ocurrió al romántico. Los románticos pinta­


                     ban la poesía del bosque sagrado, mientras que los naturalistas pin­


                     tan  la prosa de  la vida rural,  los  claros  con el ganado que pasta,  el



                     río con la balsa y el prado con el henil. El progreso ahora está, como
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