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Historia social de  la literatura y  el  arte







                  ai  menos la parte más importante y mayor del público de arte con­


                  temporáneo,  lo que  representaban  los  naturalistas?  No  era,  desde



                  luego, la mayoría de  la gente que encargaba, compraba o criticaba


                  públicamente los cuadros, que dirigía las academias de arte y tenía


                  que decidir sobre las obras que habían de exponerse. La concepción


                  artística de esta gente era en general  incluso  bastante liberal, pero



                  su tolerancia, sin embargo, cesaba ante el naturalismo.  Les gustaba


                  y exigían el  idealismo académico de Ingres y su escuela, la pintura


                  anecdótica  romántica  de  Decamps  y  Meissonier,  el  arte  retratista



                  elegante de  Winterhalter  y  Dubufe,  la  pintura histórica  seudoba-


                  rroca de Couture y Boulanger, las decoraciones mitológico-alegóri­


                  cas  de  Bourguereau  y  Baudry 70,  es  decir  la  forma grandiosa  y  os-


                  tentosa,  pero  vacía,  en  todas  sus  manifestaciones.  Para  las



                  creaciones  de  la pintura  naturalista  no  tenían,  en  cambio,  sitio ni


                  en sus viviendas llenas de muebles y cortinajes ni en sus salones so­


                  lemnes, construidos en cualquiera de los estilos históricos de moda.



                  El arte  moderno  se quedó  sin  hogar y comenzó a perder toda fun­


                  ción práctica.  La  misma distancia que  existía entre  la pintura  na­


                  turalista  y  la  elegante  «decoración  mural»  de  la  época  separaba


                  también  la literatura de creación  y la de distracción,  la música se­



                  ria y  la música ligera.  Y  tan desprovistas de  función  como la pin­


                  tura progresista  estaban  también  la  literatura  o  la  música que  no


                  servían  a  fines  de  distracción.  Hasta  ahora,  las  creaciones  más  va­



                  liosas  y  más  serias  de  ia  literatura,  como  las  novelas  de  Prévost,


                 Voltaire, Rousseau y Balzac, constituían la lectura de sectores rela­


                  tivamente amplios, algunos de  los cuales eran  indiferentes a  la li­


                 teratura en cuanto que tal. El doble papel de la literatura como arte



                 y como distracción, y la satisfacción de las exigencias de círculos de


                 diferente  educación  con  las  mismas  obras,  cesan  ahora, sin embar­


                 go.  Los  productos  literarios  de más  valor artístico apenas  si  cuen­



                 tan  ya  como  lectura  de  distracción,  y  para  la  generalidad  del  pú­


                 blico  lector  carecen  de  atractivo,  a  menos  que,  por  cualquier


                 motivo,  atraigan  hacia sí la atención del público y alcancen el éxi­


                 to por haber originado  un escándalo,  como,  por ejemplo,  Madame




                            70  Cf.  Léon  Rosemhai,  La  Peinturt romantique,  1903, págs.  267  sig.;  Henri  Foci-


                 llon, La peinture aux X I X 1 et X X e siecles,  1928, págs.  74-101.





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