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Naturalismo  e impresionismo







                       Bovary,  de Flaubert.  Sólo un estrato muy pequeño de literatos e in­


                       telectuales  mantienen  la  actitud  debida  ante  tales  obras.  Puede,



                       pues,  también  esta  literatura  ser  calificada,  lo  mismo que  toda  la


                       pintura progresista, de  «arte de estudio», destinado a especialistas,


                       artistas y conocedores. El alejamiento de los artistas con respecto al


                       presente y su renuncia a toda comunidad con el público llega a tal



                       punto  que  no  sólo  aceptan  la  falta  de  éxito  como  algo  completa­


                       mente natural,  sino que consideran el éxito como signo de inferio­


                       ridad artística y descubren  en  la  incomprensión  de sus  contempo­



                       ráneos precisamente una condición previa para la inmortalidad.


                                  El  romanticismo contenía todavía un elemento popular,  sim­


                       pático  a  los  amplios  estratos,  mientras  que  el  naturalismo,  por  el


                       contrario,  al  menos  en  sus  creaciones  más  importantes,  no  posee



                        nada que resulte atractivo para el público en general. Con la muer­


                       te de Balzac se cierra la época del  romanticismo.  Victor Hugo está


                        todavía en  la cumbre de su desarrollo artístico, pero el romanticis­



                        mo como  movimiento  literario compacto  ha dejado  ya  de  desem­


                        peñar un papel.  La renuncia de los escritores dirigentes al  ideal ro­


                        mántico  significa  al  mismo  tiempo  la  ruptura  completa  con  los


                       círculos más influyentes del público amplio y de la crítica.  El par­



                       tí de résistance,  que corresponde en literatura al partido del orden en


                        política,  se  coloca del lado del romat¿cismo de  manera más positi­


                        va que  el  naturalismo, a pesar de las posteriores relaciones históri­



                       cas directas de éste con aquél.  Es  cierto que la crítica conservadora


                        combate el espíritu de  rebelión  en  todas sus  formas,  tanto  román­


                        ticas como naturalistas, y pone la razón por encima de toda clase de


                        espontaneidad, pero exige de la literatura la expresión de  «auténti­



                        cos  sentimientos»  y  considera  «lo  profundo  del  corazón»  como  el


                       criterio  del verdadero artista.  Sin  embargo,  esta estética del  senti­


                        miento es  una forma nueva,  aunque  no  siempre  clara por comple-



                        i o,  de la antigua XOtA,O%Ócya0ía; se  basa en la supuesta identidad


                        ile  los  elementos  emocionalmente  espontáneos  y  moraimente  va­


                        liosos de  la vida espiritual, y postula una mística armonía entre lo


                        bueno y lo bello.  El efecto moral del arte es su axioma más impor­



                        tante, y el papel educador de los artistas, su ideal supremo. El pun­


                        to de vista de  la burguesía en  relación con el principio de  «el  arte







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