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Historia social de la literatura y el arte
cripción de la vida cotidiana, monótona, carente de variedad, llana;
la evitación de todo extremo en el modelado de sus personajes; la
ausencia de todo énfasis de lo bueno o lo malo en ellos; la renuncia
a toda tesis, a toda tendencia, a toda moral, en suma, a toda inter
vención directa en el proceso y a toda interpretación directa de los
hechos.
Pero la impersonalidad y la imparcialidad de Flaubert no pro
ceden en modo alguno de las premisas de su naturalismo ni corres
ponden simplemente a la exigencia estética de que las cosas en una
obra de arte deban dar la impresión de que realizan su propia vida
y no las recomendaciones del autor. Su «impasibilidad» no consti
tuye sólo una reacción contra la impertinencia de Balzac y un re
torno al concepto de la obra como un microcosmos completo en sí
mismo, como un sistema en el que «el autor, como Dios en el Uni
verso, debe estar siempre presente, pero nunca visible»82; tampoco
es simplemente la consecuencia de aquel reconocimiento tan fre
cuentemente repetido y confirmado por los Goncourt, por Mau-
passant, Gide, Valéry y otros, de que los peores poemas están he
chos con los más bellos sentimientos, y de que la simpatía personal,
la emoción auténtica, el estremecimiento de los nervios y las lágri
mas en los ojos no sirven más que para perjudicar la agudeza de la
visión del artista. No, la impasibilidad de Flaubert no es sólo un
principio de técnica artística, sino que contiene más bien una nue
va idea y una nueva moral del artista. Su «nous sommes faits pour
le dire, et non pour l’avoir» es la formulación más extrema y des
considerada de aquella renuncia a la vida de la que procede el ro
manticismo como arte y filosofía, pero, de acuerdo con la ambigüe
dad de sentimientos de Flaubert, es al mismo tiempo la renuncia
más terminante posible al romanticismo. Porque cuando Flaubert
exclama que la literatura no es «la escoria del corazón», quiere pre
servar tanto la pureza del corazón como la de la literatura.
Del conocimiento de que la índole confusa, exaltada y román
tica de su juventud estuvo a punto de aniquilarle como artista y
como ser humano, deriva Flaubert un nuevo orden de vida y una
8J Cormp., II, pág. 182; III, pág. 113.
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