Page 328 - Hauser
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Naturalismo e impresionismo
tística., si no un dejarse llevar, por lo menos un dejarse guiar; aho
ra, to d a obra da la impresión de ser un tour de forcé, una hazaña que
se logia luchando contra uno mismo. Faguet observa que Flaubert
escribe sus cartas en un estilo distinto por completo del de sus no
velas, y que el buen estilo y el lenguaje correcto en modo alguno le
son familiares y naturales91. Nada ilumina más claramente la dis
tancia que existe en Flaubert entre el hombre natural y artista que
esta constatación. Hay pocos escritores de cuyos métodos de traba
jo sepamos tanto como del suyo, pero con toda seguridad no hay
ninguno que haya escrito sus obras con tal tortura, con tales con
vulsiones y tan en contra de sus propios instintos como él. Su lu
cha constante con el lenguaje, su lucha por la palabra exacta, la úni
ca exacta, es, sin embargo, sólo un síntoma, el signo de la distancia
insalvable entre la «posesión» de la vida y la «expresión» de ella.
No hay ninguna «única auténtica» palabra, lo mismo que no hay
una única forma auténtica; estas cosas son invenciones de los este
tas, para los que se ha perdido la función vital del arte. «Prefiero
reventar como un perro a apresurar ni siquiera en un instante mi
frase antes de que esté madura»; así no habla un escritor que haya
tenido con su obra una relación espontánea y humana. El Shakes
peare de Matthew Arnold sonreiría ante semejantes escrúpulos en
los Campos Elíseos. Quejas sobre la lucha diaria que aturde el co
razón, la cabeza y los nervios, sobre la existencia de condenado a ga
leras que lleva, son el tema de las cartas de Flaubert. «Hace tres
días que doy vueltas en torno a mis muebles para ver si se me ocu
rre algo», escribe en 1853 a Louise Coiet92. «No puedo ya distin
guir los días de la semana unos de otros... Llevo una vida absurda
de demente... Esto es la nada pura y absoluta», escribe en 1858 a
Ernest Feydeau93: «Usted no sabe lo que es estar todo el día con la
cabeza entre las manos para sacar una palabra del pobre cerebro»,
escribe en 1866 a George Sand94. En sus jornadas regulares de sie
te horas de trabajo escribe una página diaria, luego veinte páginas
. 91 Émile Faguet, Flaubert, 1913, pág. 145.
92 Corresp., II, pág. 237.
95 Ibid., III, pág. 190.
94 Ibid., III, pág. 446.
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