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Historia social de  ía literatura y  el arte








                en un  mes, y luego dos páginas en una semana.  Es lamentable.  «La


                rage des phrases  t ’a desséché le  coeur»,  le dice  su madre,  y proba­


                blemente  nadie  ha dicho  de  él  una frase  más  cruel  y  más  verdade­


                ra.  Lo  peor  es  que,  a  pesar de  su  esteticismo,  Flaubert  duda  tam­



                bién del arte.  «Tal vez —piensa en una ocasión- no es al fin más que


                una especie de juego de bolos,  tal vez todo es sólo  un embuste» 9\


                Toda su  inseguridad,  el  esfuerzo y la  tortura  de su creación, la fal­



                ta absoluta de la ligereza propia de los autores antiguos, provienen


                en  él  de  que  siente  sus  obras  siempre  amenazadas  y  de  que  real­


                mente no cree en ellas.  «Esto que hago ahora —explica mientras tra­


                baja en  Madame Bovary-  puede  fácilmente  convertirse  en  algo pa­



                recido a  Paul de  Kock...  En  un  libro como éste,  el desplazamiento


                de una simple línea puede desviarle a uno de  la m eta...»96. Y mien­


                tras trabaja en La educación sentimental,  escribe:  «Lo que me empu­



                ja a  la desesperación  es  el  sentimienro de que estoy  haciendo algo


                inútil y contrario al arte...»97.  En sus cartas se convierte en fórmu­


                la constante el que se ocupa de cosas que no  le agradan y que nun­


                ca consigue escribir  lo que realmente querría escribir y como que­



                rría escribirlo98.


                          La frase de Flaubert  «Madame Bovary,  c’est  moi»  es verdadera


                en un doble sentido.  Flaubert  debe de haber  tenido frecuentemen­



                te el  sentimiento de que  no sólo el  romanticismo de su  juventud,


                sino también  su  crítica  del  romanticismo,  la función  de  juez  lite­


                rario  que  se  atribuía,  era  una  mentira  de  la  vida.  A  la  intensidad


                con  que vive  el problema de  esta fantasía de  la vida,  la crisis de la



                autodecepción  y  la  falsificación  de  ía  propia  personalidad,  debe


                Madame  Bovary  su  veracidad  artística  y  su  actualidad.  Cuando  el


                sentido  del  romanticismo  se  vuelve  problemático,  entonces  se  re­



                velan  toda  la  cuestionabilidad  del  hombre  moderno,  su  fuga  del


                presente,  su  deseo  constante  de  estar  en  cualquier otra  parte  dis­


                tinta de aquélla donde  tiene que estar, y su búsqueda incesante de


                la lejanía porque  teme  la proximidad y  la responsabilidad del pre­






                             Ibid.,  II, pág.  70.


                          *'lbid.,  II, pág.  137.

                          97  Ibid.,  III, pág.  440.

                          98  Ibid.,  II, págs.  133,  140 sig.,  336.






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