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Naturalismo e impresionismo
nueva estética. «Hay niños —escribe en 1852—en los que la músi
ca causa una impresión desfavorable; tienen grandes disposiciones,
retienen una melodía después de haberla oído sólo una vez, se ex
citan cuando oyen sonar un piano, sienten palpitaciones, enflaque
cen, se vuelven pálidos, enferman, y sus pobres nervios se estreme
cen martirizados como los de los perros cuando oyen música. En
vano buscaremos a los Mozart del futuro entre tales niños. El ta
lento en ellos ha cambiado de lugar, la idea ha ido a alojarse en la
carne, donde es estéril y donde destruye también a ia misma car
ne...» 8?. Flaubert no se figuraba cuán romántica era su separación
de «idea» y «carne» y su renuncia a la vida en favor del arte, y nun
ca supo conocer que la auténtica y nada romántica solución de su
problema sólo podía ofrecérsela la vida misma. A pesar de todo
esto, su propio intento de buscar una solución es una de las gran
des actitudes simbólicas del hombre occidental; representa la últi
ma forma relevante del sentimiento romántico de la vida, ia forma
en que éste se anula a sí mismo y en que la intelectualidad bur
guesa adquiere conciencia de su incapacidad para dominar la vida
y hacer del arte un instrumento vital. El autodescrédito de la bur
guesía, como Brunetiére ha señalado, pertenece a la esencia de la
actitud burguesa ante la vida84, pero esta autocrítica y esta autone-
gación no se convierten hasta los tiempos de Flaubert en un factor
cultural decisivo. La burguesía de la Monarquía de Julio creía to
davía en sí misma y en la misión de su arte.
La crítica que Flaubert hace del romanticismo, su aborreci
miento contra el exhibicionismo y la prostitución que los románti
cos realizan de sus experiencias más personales y sus sentimientos
más íntimos, recuerdan la aversión de Voltaire al exhibicionismo y
al crudo naturalismo de Rousseau. Pero Voltaire estaba todavía to-
lalmente incontaminado por el romanticismo y no tenía que luchar
consigo mismo al tiempo que luchaba contra Rousseau; su abur
guesamiento estaba exento de problemas y no estaba expuesto a pe
ligro alguno. Flaubert, por el contrario, está lleno de contradiccio
nes, y su relación antitética con el romanticismo corresponde a una
*■ Ibid., II, pág. 112,
Albert Thibaudet, Gustave Flaubert, 1922, pág, 12,
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