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Naturalismo e impresionismo
volverse significativas e importantes para nosotros sólo porque for
man parte de nuestro pasado, y que su valor en esta función es in
dependiente por completo de su contenido efectivo y de sus re
ferencias objetivas. Esta revalorización del pasado y el consuelo que
supone el que el tiempo, que nos entierra a nosotros y a los restos
de nuestra vida, «deje por todas partes gérmenes y huellas del sen
tido que se perdió» 103, es todavía, sin embargo, una expresión del
sentimiento romántico de que el presente, todo presente, es estéril
y no tiene significación, y de que incluso el pasado, mientras fue
presente, careció de todo valor y toda importancia. Este es el senti
do de las últimas páginas de La educación sentimental, que contienen
la clave de toda la novela y de todo el concepto del tiempo propio
de Flaubert. Esta es la explicación de que el autor entresaque al azar
un episodio del pasado de su héroe y lo califique como el mejor que
tuvo probablemente en su vida, La nulidad absoluta de esta expe
riencia, su perfecta trivialidad y vaciedad, significan que siempre
falta un eslabón en la cadena de nuestra existencia, y que cada por
menor de nuestra vida está lleno de la melancolía de la falta de sen
tido objetivo y lleno de un sentido puramente subjetivo.
Flaubert señala el punto más bajo de la curva que describe el
sentimiento de la vida del siglo XIX. La obra de Zola, a pesar de
sus notas sombrías, representa ya una esperanza, un retorno al op
timismo. Y aunque tan amargo como él, Maupassant es, sin em
bargo, más superficial y cínico que Flaubert; sus narraciones cons
tituyen, en el aspecto de la concepción del mundo, la transición a
la literatura amena de la burguesía. Esta concepción del mundo, en
lo que se refiere a sus elementos optimistas y pesimistas, es tan
complicada y contradictoria como la de las clases inferiores de la
sociedad. Para juzgar rectamente, se debe establecer una diferencia
estricta entre la actitud emocional de las distintas clases sociales
para con el presente y para con el futuro. Las clases que se encuen
tran en período de auge, aunque tampoco juzgan el presente de
modo tan pesimista, en lo que concierne al futuro confían plena
mente. Las clases dominantes, por el contrario, a pesar de todo su
105 Georg Lukács, Die Theorie des Romans, 1920, pág. 131.
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