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Historia social  de  la  literatura y el  arte








                  sin precedentes  en  el  nivel  general  de  educación.  El  Segundo  Im­


                  perio,  que  produce  el  arte  de  Flaubert  y  Baudelaire,  es  al  mismo


                  tiempo el período en que nacen  el  mal gusto y la escoria  inartísti­



                  ca  de  los  tiempos  modernos.  Había  habido  en  épocas  anteriores,


                  desde  luego,  malos  pintores  y  escritores  sin  talento,  obras  tosca­


                  mente  trabajadas  y  apresuradamente  concluidas,  ideas  artísticas


                  mediocres  y  torpemente  amañadas;  ahora  bien,  lo  inferior  había



                  sido  inequívocamente inferior, vulgar, falto de gusto,  insignifican­


                  te y poco pretencioso, pero nunca habían sido antes el desecho ele­


                  gante  y  la  bagatela  inartística  reelaborados  con  destreza  y  con  un



                  alarde de habilidad, o al menos habían existido como subproducto.


                  Ahora, sin embargo, estas fruslerías se convierten en la norma, y la


                  sustitución de  la calidad por la  mera apariencia de  calidad se con­



                  vierte  en  regla general.  La finalidad  es  hacer el  disfrute del arte lo


                  más  fácil  y  agradable posible,  quitar de  él  toda  dificultad  y  com­


                  plicación,  todo  lo  problemático  y  torturante;  en  suma,  reducir  lo



                  artístico a lo agradable y  lo placentero.  El arte como forma de  «re­


                  lajamiento»,  en  la  que  el  público,  consciente  y  deliberadamente,


                  rebaja su propio nivel,  es  invención de este período.  Él domina to­


                  das  las  formas  de  producción,  pero  sobre  todo  aquella  que  es  del



                  modo más resuelto y sin  escrúpulos  un  arte público:  el  teatro.


                            En  novela  y  en  pintura,  el  naturalismo  prevalece  junto  a  las


                  tendencias  que  están  de  acuerdo  con  el  gusto  burgués,  mientras



                  que en teatro no aparece nada en absoluto opuesto a  los  intereses e


                  ideas de la burguesía.  Para defenderla de las tendencias que puedan


                 amenazarla, el Gobierno no se conforma ni  mucho menos con con­


                 fiar  en  la  mayoría  de  las  fuerzas  «gubernamentales»  del  público,



                 sino  que  combate  tales  tendencias  con  todas  las  regulaciones  y


                 prohibiciones  posibles.  El  teatro, como arte de  las amplias  masas,


                 es  tratado  de  manera  más  estrecha  que  otros  géneros,  de  igual



                 modo que  hoy el  cine está sujeto a  restricciones  que  no  se aplican


                 al  teatro.  Desde mediados de siglo,  los esfuerzos  de  los autores es­


                 cénicos  se  concentran,  de  acuerdo  con las  intenciones  del  Gobier­


                 no, en la creación de un instrumento de propaganda de la ideología



                 de  la  burguesía,  de  sus  principios  económicos,  morales  y  sociales.


                 El  hambre de diversión de  las clases dominantes,  su debilidad por
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