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Naturalismo e  impresionismo







                 tro;  representa más  bien  la continuación de  dos  antiguos  géneros,


                 la ópera bufa y el vaudevtlle, y transmite a esta época pesada y carente



                 de humor algo del espíritu festivo, vivo y antirromántico del siglo


                 XVIII.  Es  la  única  forma  juguetona,  ligera  y  trivial  de  la  época.


                 Junto  a  las  tendencias  conformistas,  que  están  de  acuerdo  con  el



                 objetivo gusto burgués,  y el  arte  naturalista de  la oposición,  cons­


                 tituye  un  m undo  propio,  un  reino  intermedio.  Es  mucho  más


                 atractiva  que  el  drama  contemporáneo  o  la  novela  popular,  es  so­


                 ciológicamente  más representativa que el  naturalismo y, como tal,



                 el único género en el que se producen obras populares con un atrac­


                 tivo amplio y un cierto valor artístico.


                           La característica  más  notable  de  la  opereta,  y,  desde  el  punto



                 de vista naturalista, la más peculiar, es su absoluta inverosimilitud,


                 la  naturaleza  irreal  y  enteramente  imaginativa  de  sus  escenas  en


                 torbellino. Tiene el mismo significado para el siglo XIX que el que



                  la pieza pastoril había tenido para los siglos anteriores.  Las fórmu­


                 las  inalterables  de sus  contenidos,  el  convencionalismo  de  sus  en­


                 redos y desenlaces  son puras  fórmulas  de  juego  sin  relación con  la


                  realidad. Tanto el carácter de marioneta de las figuras como la for­



                  ma aparentemente  improvisada de la representación  no hacen  más


                 que resaltar la impresión de ficción. Sarcey nota ya la similitud en­


                 tre la opereta y la commedia dell’arte u4, y señala la impresión de irrea­



                  lidad soñada que le causan las obras de Offenbach.  Con lo cual sólo


                 quiere  decir,  sin embargo, que  tienen  una peculiar calidad fantás-


                 lica.  Un  admirador  de  Offenbach  en  nuestro  tiempo,  el  escritor


                 vienés Karl Kraus, fue el primero en dar una significación más de­



                  finida a esta calidad,  señalando que  en  la opereta de Offenbach  la


                  vida es  tan  improbable y carente de sentido,  tan grotesca y  miste­


                  riosa como la misma realidad vista a cierta distancia115.  Semejante


                  interpretación,  naturalmente,  hubiera  sido  extraña  por  entero  a



                  Sarcey  y  totalmente  inconcebible  antes de  que  el  expresionismo y


                 el  surrealismo  del  arte  moderno  resaltaran  el  carácter  fantasmal


                  y  de  sueño  que  tiene  la vida.  Solamente un ojo  dotado de  una vi­



                  sión agudizada por estas tendencias artísticas era capaz de ver que la




                            ,M  Sarcey, op.  cit.,  VI,  1901, pág.  180.

                            u-  S.  Kracauer, Jacques Offenbach und das Parts seiner Zeit,  1937, pág.  349.


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