Page 344 - Hauser
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Naturalismo e impresionismo
hecha» descansa solamente en la sucesión de sus efectos y triunfos, y la
de un drama shakespeariano, por el contrario, en una serie infinita
de componentes, ajenos a roda relación matemática. Como es sabi
do, Emerson leía preferentemente los dramas de Shakespeare en la
serie inversa de las escenas y renunciaba a su efecto teatral para con
centrarse enteramente en su contenido poético. Una verdadera pie-
ce bien faite no sólo sería insoportable leyéndola de este modo, sino
que sería también incomprensible, pues los pormenores de seme
jantes obras no tienen valor propio intrínseco, sino sólo un valor de
situación en la serie. En su desarrollo, como en una partida de aje
drez, todo está orientado hacia la jugada final. Y cuán mecáni
camente se puede desarrollar esta jugada final lo muestra mejor
que nada el método con ayuda del cual Sardou se apropió de la téc
nica de Scribe. Según confesión propia, leía sólo el primer acto de
las obras del maestro e intentaba deducir la continuación «correc
ta» de las premisas así adquiridas. A través de este «ejercicio pura
mente lógico», como él mismo lo llamaba, llegó con el tiempo
cada vez más cerca de la solución que Scribe había elegido en el se
gundo y tercer acto de sus obras, y obtuvo al mismo tiempo la con
clusión, que conocía bien Dumas, de que toda la acción se deducía
según una cierta necesidad de la situación de la que se partía. Du
mas opinaba que hallar una situación dramática e imaginar un con
flicto no era arte en absoluto; éste consiste más bien en preparar co
rrectamente las escenas en que culmina la acción y en desatar con
suavidad los nudos. La fábula, que, a primera vista, parece ser el
elemento más espontáneo del drama, el menos problemático y
el más inmediatamente dado, demuestra con esto ser su componen
te más artificioso y más fatigosamente conseguido. No es ni mucho
menos simple materia prima o mero producto de la fantasía, sino
t (ue consiste en una serie de rasgos estratégicos que no dejan campo
alguno al hallazgo espontáneo y al capricho soberano del escritor.
Se puede, si se quiere, ver en el entramado de una obra bien
i ompuesta la escala que eleva a la región de las alturas vertigino
sas, o también el esquema de una rutina que no tiene nada que ver
con el auténtico arte y la humanidad. Se puede ensalzar entusiásti
camente, como Walter Pater, la concepción del arte que «prevé
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