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Naturalismo e  impresionismo







                  fe en  la  autoridad,  sin  negarla  en  principio.  La  inmoralidad  de  la



                  opereta  consistía  en  la  irreflexiva  tolerancia  con  que  realizaba  su


                  crítica  del  sistema  corrompido  de  gobierno  y  de  la depravada  so­


                  ciedad  de  la época,  en la apariencia de inofensividad que daba a la



                  frivolidad,  a  las  pequeñas  prostitutas,  los  galanteadores  extrava­


                  gantes y  los  amables y viejos viveurs.  Su  crítica tibia e  indecisa  no


                  hizo más  que  estimular  la corrupción.  No  se  podía,  sin  embargo,


                  esperar otra  cosa  que  una  actitud  ambigua  de  artistas  que  habían



                  triunfado, que amaban el triunfo más que nada y cuyos éxitos esta­


                  ban ligados a la pervivencia de esta sociedad indolente y entregada


                  a sus  placeres.  Offenbach  era un  judío  alemán  sin patria ni  hogar,



                  músico errante, un artista cuya existencia estaba doblemente ame­


                  nazada;  se  sentía  inevitablemente  extranjero,  desarraigado,  espec­


                  tador excluido, apático en sentido doble y múltiple en la capital de


                  f'rancia,  en  medio  de este  mundo  corrompido  y,  sin  embargo,  tan



                  tentador.  Sentía  inevitablemente  la  posición  problemática  del  ar­


                  tista en la sociedad  moderna,  ía contradicción entre su ambición y


                  su resentimiento, su orgullo de mendigo y su adulación del públi­



                  co, incluso más intensamente que sus compañeros de profesión. No


                  era un  rebelde,  ni  siquiera un  demócrata auténtico;  por el  contra­


                  rio, aprobaba el gobierno de  «mano dura»  y disfrutaba con la ma­


                  yor  tranquilidad  intelectual de  las  ventajas  que  derivaban del  sis­



                  tema  político  del  Segundo  Imperio;  pero  miraba  toda  la  bullente


                  actividad  que  se  desarrollaba  en  torno  a  él  con  los  ojos  atónitos,


                  fríos y penetrantes de  un extraño,  e  involuntariamente apresuraba



                  la caída de la sociedad a la que debía su éxito en la vida.


                            La aparición de la opereta señala la introducción del periodis­


                  mo en el mundo de la música. Después de la novela, el drama y las


                  artes gráficas, le ha llegado el turno de comentar los acontecimien­



                  tos del día a ia escena musical.  Pero el periodismo de la opereta no


                  se reduce a las alusiones de actualidad en las canciones y bromas de


                  las piezas  cómicas.  Todo el género es más  bien una especie de sec­



                  ción  de  chismes dedicada a los  escándalos  de  la sociedad elegante,


                  líeine  ha  sido  llamado  con razón  el  predecesor  de  Offenbach.  Los


                  orígenes,  el  temperamento y  la situación  social  de ambos  son  más


                  o menos  los  mismos;  ambos  son  periodistas  natos,  naturalezas crí­







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