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Naturalismo  e  impresionismo








                  taba  el  punto  de  vista de  la  libertad  personal  y  del  individualis­


                  mo,  había  de  considerar  la  libre  concurrencia  como  parte  inte­


                  grante  de  los  derechos  del  hombre.  La  emancipación  de  la  bur­



                  guesía  fue  un  paso  necesario  en  la  liquidación  del  feudalismo  y


                  supuso,  por  su  parte,  la  liberación  de  la economía de  las  trabas  y


                  limitaciones medievales.  Esta emancipación de los viejos derechos



                  se  explica  en  primer  lugar  como  resultado  de  un  desarrollo  me­


                  diante  el  cual  fueron  poco  a  poco  superadas  las  formas  de  econo­


                   mía precapitalistas.  Sólo después  de  que  la  economía  alcanzara el



                  estadio  de  la plena autonomía y de que  la  burguesía  hubiese  roto


                   las rígidas barreras del sistema de clases feudal, se pudo pensar en


                  que la sociedad se liberaba de la anarquía de la libre concurrencia.


                  Era,  además,  completamente  inútil  combatir  algunos  fenómenos



                  del  capitalismo  sin  cuestionar el  sistema  entero.  Mientras  la eco­


                   nomía  capitalista  no  se  volvió  problemática,  sólo  se  pudo  hablar


                  de atenuaciones filantrópicas de sus excesos. Mantenerse dentro de



                   los principios  del  racionalismo  y  del  liberalismo  era  el  único  ca­


                   mino  que  podía  conducir  a  la  reforma  de  los  abusos;  sólo  había


                  que tomar el concepto de  libertad en un sentido más amplio,  que


                  trascendiera las limitaciones burguesas. El abandono de la razón y



                  de  las  ideas  liberales había de conducir, por el contrario,  por bue­


                   na y honrada que fuera la intención primitiva, a un intuicionismo


                  incontrolable y a una minoría de edad intelectual. De este peligro



                  se tiene siempre conciencia al leer a Carlyle, y amenaza el idealis­


                  mo  de  la  mayoría  de  los  pensadores  Victorianos.  El  proverbial


                  compromiso de  la época, su vía media entre  tradición y  progreso,


                  en  nada  se  expresa  tan  terminantemente  como  en  la  rebeldía  ro­



                  mántica y nostálgica del pasado de sus  jefes intelectuales.  N ingu­


                  no de  los Victorianos  representativos está completamente libre de


                  esta disposición al compromiso, y la ambigüedad a ella aneja com­



                  promete  la  influencia  política  de  un  radical  tan  auténtico  como


                  Dickens.  En Francia,  la intelectualidad  se sentía obligada a elegir


                  entre  la  revolución  y  la  política  burguesa,  y  aunque  la  elección


                   muchas  veces  se  hacía  con  sentimientos  divididos,  al  menos  era



                   inequívoca  y  definitiva.  En  Inglaterra,  por  el  contrario,  también


                  aquella parte de  la minoría intelectual que  estaba en  oposición al






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