Page 360 - Hauser
P. 360

Naturalismo e  impresionismo







                    su  regreso  al  arte  «gótico»  preclásico,  al  modo  sobrio  y  lleno  de



                   alma  de  los  «primitivos»,  estaban  en  el  aire,  eran  los  síntomas


                   de  una crisis cultural general que abarcaba la sociedad  entera.  Las


                   doctrinas de Ruskin y el arte de los prerrafaelistas proceden de una


                    misma constitución psicológica y se expresan en la misma protes­



                    ta contra la mentalidad y las opiniones artísticas convencionales de


                    la Inglaterra victoriana.  Lo que Ruskin entiende por degeneración


                    del arte desde el  Renacimiento lo ven y lo combaten los prerrafae­



                    listas en el  academicismo de su  tiempo.  Su lucha se dirige, en pri­


                    mer lugar, contra el clasicismo, contra el canon de belleza de la es­


                    cuela de Rafael,  esto es,  contra el vacío formalismo y la superficial


                    rutina de una práctica artística con la cual quiere presentar la bur­



                    guesía de  la época la prueba de su  respetabilidad, de su moral pu­


                    ritana,  de  sus  altos  ideales  y  de  su  sentido  poético.  La  burguesía


                    victoriana  está  poseída  de  la  idea  del  «arte  sublime»  l2},  y  el  mal



                    gusto  que  domina  su  arquitectura,  su  pintura  y  su  artesanía  es,


                    esencialmente,  consecuencia  del  alto  engaño  y  la  presuntuosidad


                    que  impiden  la expresión espontánea de su modo de  ser.


                              En  la  pintura  victoriana  pululan  los  temas  históricos,  poéti-


                                                               ■
                    eos,  anecdóticos:  es una pintura  «literaria»  por excelencia,  un arte


                    híbrido,  en  el  que  hay  que  lamentar,  en  todo  caso,  que  contenga


                    tan  pocos  valores  pictóricos  cuanto  exceso  de  literatura.  Es,  ante



                    todo,  el miedo a la sensualidad, a la espontaneidad, lo que  se opo­


                    ne en Inglaterra a la difusión de la auténtica y magnífica técnica de


                    la  pintura  francesa.  Pero  la  naturaleza  repudiada  vuelve  a  colarse


                    por  la  escalera  de  servicio.  Hay  en  la  colección  Chantrey,  ese  ex­



                   cepcional monumento del mal gusto Victoriano, un cuadro que re­


                    presenta a una monja joven que, además del mundo, ha prescindido


                    también  de  los  vestidos  mundanos.  Está  arrodillada  desnuda  de­



                    lante  del  altar de  una capilla iluminada en  la  noche y vuelve  a  las


                    monjas que están detrás de ella las formas seductoras de  su delica­


                    do cuerpo. Apenas puede uno imaginarse algo más penoso que este


                    cuadro, que pertenece al género más lamentable de la pornografía,



                   precisamente porque es el más  insincero.



                              123  A,  Paul Oppé, Art.  en Eariy Victoria» England,  ed, por G, M,  Young,  1934, II,


                   pág.  154.






                                                                                      361
   355   356   357   358   359   360   361   362   363   364   365