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Historia social de la literatura y el arte
dablemente el primero en interpretar la decadencia del arte y del
gusto como signo de una crisis general de la cultura y en expresar
el principio básico, aún hoy insuficientemente apreciado, de que
las condiciones en que viven los hombres han de ser cambiadas si
se quiere despertar su sentido de la belleza y su comprensión del
arte. Debido a la fuerza de esta convicción, Ruskin abandonó el es
tudio de la historia del arte por el de la economía, y se apartó del
idealismo de Carlyle, haciendo mayor justicia al materialismo de
esta ciencia. Ruskin fue sin duda la primera persona en Inglaterra
en subrayar el hecho de que el arte es una cuestión pública, y su
cultivo, una de las más importantes tareas del Estado, es decir que
representa una necesidad social y que ninguna nación puede des
cuidarlo sin comprometer su existencia intelectual. Fue finalmen
te el primero en proclamar el evangelio de que el arte no es un pri
vilegio de los artistas, los entendidos y las clases educadas, sino que
forma parte de la herencia y el patrimonio de todo hombre. Pero,
con todo eso, no era en modo alguno un socialista, y ni siquiera un
demócratal27. El Estado platónico de los filósofos, en el que reina
ban de modo supremo la belleza y la sabiduría, es lo que estaba más
cerca de su ideal, y su «socialismo» estaba limitado a la creencia en
la educabilidad de los seres humanos y en su derecho a disfrutar de
las bendiciones de la cultura. Según esto, la riqueza real consiste no
en la posesión de bienes materiales, sino en la capacidad de disfru
tar de la belleza de la vida. Este quietismo estético y la renuncia a
toda violencia señalan los límites de su reformismo128.
Wilíiam Morris, el tercero en la serie de críticos sociales re
presentativos de la era victoriana, piensa de modo mucho más con
secuente y avanza mucho más que Ruskin en la esfera práctica. En
algún respecto es, en realidad, el más grande129, esto es, el más va-
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líente, el más intransigente, de los Victorianos, si bien ni aun él
está completamente libre de sus contradicciones y compromisos.
Pero él extrajo la última conclusión de la doctrina ruskiniana de la
127 D. C. Somerwell, English Tbougbt in the 19th Century, 1947, V ed., pág. 153-
]2S Chriscian EckercyJohn Ruskin, en «Schmollers Jahrbuch», 1902, X X V I,
pág. 362.
129 E. Batho-B. Do bree, The Victorians and After, 1938, pág. 112.
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