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Naturalismo e impresionismo
implicación del destino del arte en el de la sociedad, y se conven
ció de que «hacer socialistas» es tarea más urgente que hacer buen
arte. Prosiguió hasta su fin la idea de Ruskin de que la inferiori
dad del arte moderno, la decadencia de la cultura artística y el mal
gusto del público son sólo los síntomas de un mal más profunda
mente arraigado y de mayor alcance, y comprobó que no tiene in
terés intentar mejorar el arte y el gusto dejando la sociedad sin
cambiar. Llegó a saber que influir directamente en la evolución ar
tística es inútil, y que todo lo que se puede hacer es crear las con
diciones sociales que faciliten una mejor apreciación del arte. Esta
ba completamente seguro de la lucha de clases en la que el proceso
social, y, por consiguiente, el desarrollo del arte, acaece, y conside
raba la tarea más importante imbuir al proletariado de la concien
cia de este hecho I3°. Con toda su claridad sobre puntos fundamen
tales, sus teorías y exigencias aún contienen, como hemos dicho,
numerosas contradicciones. A pesar de su sana concepción de la
realidad social y de la función del arte en la vida de la sociedad, es
un enamorado romántico de la Edad Media y del ideal medieval de
belleza, Predica la necesidad de un arte creado por el pueblo y di
rigido a él, pero es, y se empeña en seguir siendo, un diletante he-
donista que produce cosas que sólo los ricos pueden adquirir y sólo
los bien educados pueden disfrutar. Señala que el arte surge del tra
bajo, de 1a artesanía práctica, pero no reconoce la significación del
medio de producción moderno más importante y más práctico: la
máquina. La fuente de las contradicciones que existen entre sus en
señanzas y su actividad artística ha de buscarse en el tradicionalis
mo pequeñoburgués que constituye el fondo del juicio dado sobre
la edad técnica para sus maestros, Carlyle y Ruskin, y de cuyo pro
vincianismo nunca fue capaz de liberarse.
Ruskin atribuía la decadencia del arte al hecho de que la fá
brica moderna, con su modo mecánico de producción y división
del trabajo, impide una relación auténtica entre el obrero y su obra,
es decir suprime el elemento espiritual y aleja al productor del
producto de sus manos. En Ruskin, la lucha contra el industrialis
150 A. Cluccon-Brock, op. cit., pág. 150.
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