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Historia social  de  la literatura y el arte







               discípulos de Carlyle y figuran entre los escritores que aceptan con



               mejor disposición sus  ideas134. Son irracionalistas, idealistas, inter­


               vencionistas,  se  mofan  del  utilitarismo y de la economía nacional,


               condenan el  liberalismo y el industrialismo, y ponen sus novelas al


               servicio de la lucha contra el principio de laisstz-faire y la anarquía



               económica que ellos hacen derivar de tal principio. Antes de  1830,


               la  novela  como  vehículo  de  este  género  de  propaganda  social  era


               absolutamente desconocida, si  bien en Inglaterra la novela m oder­



               na  había sido  «social»  desde  un  principio,  esto  es,  desde  Defoe  y


               Fielding  en  adelante;  estaba  mucho más  directa y profundamente


               ligada con  los  ensayos  de  Addison y Steele que con  la  novela pas­



               toril y amorosa de Sidney y Lyly, y sus primeros maestros debieron


               su  visión  de  la  situación  contemporánea  y  su  sentimiento  moral


               ante los problemas sociales del día a los estímulos que habían reci­



               bido del periodismo. Es verdad que este sentimiento se embota ha­


               cia el final del primer gran período de la novela inglesa, pero no se


              perdió de ninguna manera. La novela de terror y misterio que ocu­


              pó  en  el  favor  del  público  el  lugar  de  las  obras de  Fielding  y  Ri­



               chardson no tenía relación directa con los hechos sociales ni con la


               realidad en general, y en las  novelas de Jane Austen la realidad so­


               cial  era  el  suelo  en  que  los  caracteres  estaban arraigados,  pero  de



               ninguna manera un problema que la novelista intentase solucionar


              o  interpretar.  La  novela  no  vuelve  a  ser  «social»  de  nuevo  hasta


              Walter Scott, aunque en un sentido completamente diferente de lo


              que había sido en Defoe, Fielding, Richardson o Smollett. En Scott,



              el  fondo  sociológico  está  acentuado  mucho  más  conscientemente


              que en sus precursores;  muestra siempre a sus personajes como re­


              presentantes de  una clase  social, pero el cuadro de la sociedad  que



               traza es  mucho más programático y abstracto que en la novela del


              siglo XVIII. Walter Scott descubre una nueva tradición y está sólo


              muy  flojamente  unido  a  la  línea  evolutiva  Defoe-Fielding-Smo-


              llett.  Pero Dickens,  el más  directo heredero de Walter Scott,  y so­


              bre todo su sucesor como el mejor narrador y el más popular autor



              de  su  época,  vuelve  a ponerse  en  conexión  directa  con  esta  línea,







                        15,1  Ibid.,  I,  1934, págs.  11  sig.,  163-






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