Page 372 - Hauser
P. 372

Naturalismo e impresionismo







                      lágrimas,  aunque después  nos avergoncemos de  no haber  resistido



                     a la  «universalmente  humana»  llamada de ellos.  Pero  nosotros  no


                      derramamos lágrimas sobre el destino de héroes de Homero, Sófo­


                      cles, Shakespeare, Corneilie,  Racine, Voltaire,  Fielding, Jane Aus-



                      ten y Stendhal, mientras que al leer a Dickens sentimos las mismas


                      emociones  vacías  y  complacientes  con  que  reaccionamos  ante  las


                      películas  de hoy.


                                Dickens  es  uno de  los escritores  de  mayor éxito  de  todos  los



                      tiempos y quizá el gran escritor más popular de la Edad Moderna.


                      Es,  de  todas  maneras,  el  único  verdadero escritor desde  el  roman­


                      ticismo  cuya  obra  no  brota  de  la  oposición  a  su  época,  ni  de  una



                      tensión con su ambiente, sino  que coincide absolutamente con  las


                      exigencias de su público.  Disfruta de una popularidad de la que no


                      hay paralelo desde Shakespeare y que está próxima a la idea que nos


                      formamos  de  la  popularidad  de  los  antiguos  mimos  y  juglares.



                      Dickens debe  la totalidad  e  integridad  de su visión  del  mundo  al


                      hecho de que no  necesita hacer concesiones  cuando  habla a su pú­


                      blico, de que tiene un horizonte mental exactamente  tan estrecho,



                      un  gusto  exactamente  can  vulgar  y  una  imaginación  en  realidad


                      tan  ingenua,  aunque  incomparablemente  más  rica,  que  sus  lecto­


                      res.  Chesterton  observa  muy  justamente  que,  a diferencia  de Dic­


                      kens,  los  escritores populares de  nuestro tiempo  siempre  tienen el



                      sentimiento  de  que  han  de  descender  hasta  su  público139.  Entre


                      ellos  y  sus  lectores  existe  un  abismo  igualmente  penoso,  aunque


                      constituido de modo distinto y fundamentado mucho menos  pro­



                      fundamente que  el  que existe  entre  los grandes  escritores y el pú­


                      blico medio de la época.  Pero tal hiato no existe en Dickens. No es


                      sólo el creador de  ia más amplia galería de figuras  que penetraron


                      nunca en la conciencia general y poblaron el mundo imaginario del



                      publico  inglés,  sino  que  su  íntima  relación  con  tales  figuras  es  la


                      misma  que  la de  su público.  Los favoritos de  sus  lectores  son  sus


                      propios favoritos, y habla de la pequeña Nell o del pequeño Dom-



                      bey  con  los  mismos  sentimientos  y  en  el  mismo  tono  que  el  más


                      inocente tenderillo o la solterona más simple.







                                l*9  G.  K.  Chescerton, Charles Dickens,  1917»  U   * ecL, págs.  79,  84.






                                                                                        373
   367   368   369   370   371   372   373   374   375   376   377