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Naturalismo e impresionismo
lágrimas, aunque después nos avergoncemos de no haber resistido
a la «universalmente humana» llamada de ellos. Pero nosotros no
derramamos lágrimas sobre el destino de héroes de Homero, Sófo
cles, Shakespeare, Corneilie, Racine, Voltaire, Fielding, Jane Aus-
ten y Stendhal, mientras que al leer a Dickens sentimos las mismas
emociones vacías y complacientes con que reaccionamos ante las
películas de hoy.
Dickens es uno de los escritores de mayor éxito de todos los
tiempos y quizá el gran escritor más popular de la Edad Moderna.
Es, de todas maneras, el único verdadero escritor desde el roman
ticismo cuya obra no brota de la oposición a su época, ni de una
tensión con su ambiente, sino que coincide absolutamente con las
exigencias de su público. Disfruta de una popularidad de la que no
hay paralelo desde Shakespeare y que está próxima a la idea que nos
formamos de la popularidad de los antiguos mimos y juglares.
Dickens debe la totalidad e integridad de su visión del mundo al
hecho de que no necesita hacer concesiones cuando habla a su pú
blico, de que tiene un horizonte mental exactamente tan estrecho,
un gusto exactamente can vulgar y una imaginación en realidad
tan ingenua, aunque incomparablemente más rica, que sus lecto
res. Chesterton observa muy justamente que, a diferencia de Dic
kens, los escritores populares de nuestro tiempo siempre tienen el
sentimiento de que han de descender hasta su público139. Entre
ellos y sus lectores existe un abismo igualmente penoso, aunque
constituido de modo distinto y fundamentado mucho menos pro
fundamente que el que existe entre los grandes escritores y el pú
blico medio de la época. Pero tal hiato no existe en Dickens. No es
sólo el creador de ia más amplia galería de figuras que penetraron
nunca en la conciencia general y poblaron el mundo imaginario del
publico inglés, sino que su íntima relación con tales figuras es la
misma que la de su público. Los favoritos de sus lectores son sus
propios favoritos, y habla de la pequeña Nell o del pequeño Dom-
bey con los mismos sentimientos y en el mismo tono que el más
inocente tenderillo o la solterona más simple.
l*9 G. K. Chescerton, Charles Dickens, 1917» U * ecL, págs. 79, 84.
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