Page 375 - Hauser
P. 375
T
Historia social de la literatura y el arte
fue socialista ni revolucionario; a lo sumo, un pequeño burgués en
rebeldía, una víctima de una humillación que nunca olvidó, la que
se le había inferido en su juventud ,43. Siguió siendo toda su vida
un pequeñoburgués que se imaginaba hallarse en la necesidad de
protegerse a sí mismo no sólo contra un peligro desde arriba, sino
también desde abajo. Sentía y pensaba como un pequeñoburgués,
y sus ideales eran los de ia pequeña burguesía. Consideraba que el
trabajo, la perseverancia, la economía, el ascenso a la seguridad, la
falta de preocupaciones y la respetabilidad formaban la verdadera
sustancia de la vida. Pensaba que la felicidad consistía en un estado
de modesta prosperidad, en el idilio de una existencia protegida del
mundo exterior hostil, en el círculo familiar, en la comodidad de
fendida de una habitación bien caldeada, de un gabinete cómodo o
de la diligencia que lleva a sus pasajeros a un destino seguro.
Dickens es incapaz de superar las contradicciones internas de
su ideología social. Por una parte, lanza las acusaciones más amar
gas contra la sociedad; por otra, sin embargo, subestima la exten
sión de los males sociales, porque rehúsa adm itirlos144. Realmente
sigue manteniéndose aferrado al principio de «todo para el pueblo,
pero sin el pueblo», porque es incapaz de librarse del prejuicio de
que el pueblo es incapaz de gobernar ,45. Teme al «populacho» e
identifica al «pueblo», en el sentido ideal del término, con la cla
se media. Flaubert, Maupassant y los Goncourt son, a pesar de su
conservadurismo, rebeldes indomables, mientras que, en contra de
su progresismo político y de su oposición a la situación existente,
Dickens es un pacífico burgués que acepta las premisas del sistema
capitalista vigente sin ponerlas en discusión. Conoce sólo las car
gas y las reclamaciones de la pequeña burguesía y lucha sólo con
tra males que pueden ser remediados sin conmover los cimientos
de la sociedad burguesa. De la situación del proletariado, de la vida
en las grandes ciudades industriales, él apenas sabe nada, y del mo
vimiento de los trabajadores tiene ideas completamente torcidas.
143 T. S. Jackson, Charles Dickens, 1937, págs. 22 sig.
144 H um phrey House, The Dickens World, 1941, pág. 219.
145 Cf. el discurso que Dickens pronunció en Birm ingham el 27 de septiembre de
1869.
376