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Naturalismo e impresionismo
Le preocupa sólo el destino del taller, de los pequeños maestros y
obreros, de los ayudantes y aprendices. Las exigencias de los obre
ros, la fuerza siempre creciente del futuro, sólo le producen miedo.
Las conquistas técnicas de su tiempo no le interesan especialmen
te, y el romanticismo con que se mantiene adherido a las venera
bles formas de vida de antaño es mucho más espontáneo y profun
do que el entusiasmo de Carlyíe y Ruskin por la Edad Media con
sus monasterios y gremios. Junto a la visión del mundo de un ha
bitante de gran ciudad, amante de la novedad, de un tecnicista,
que Balzac tenía, todo esto produce el efecto de un provincianismo
cobarde y de un pensar perezoso. En las obras de su época tardía,
especialmente en Tiempos difíciles, se puede observar, sin embargo,
una cierta ampliación del círculo de ideas: la ciudad industrial en
tra como problema en su mundo intelectual y discute con crecien
te interés el destino del proletariado industrial como clase. Pero
¡cuán insuficiente es todavía la imagen que se hace de la estructu
ra interna del capitalismo, cuán ingenua yilena de prejuicios es su
opinión acerca de los objetivos del movimiento obrerista, cuán pe-
queñoburgués es su juicio de que la agitación socialista no es más
que demagogia, y la consigna de huelga nada más que una exac
ción! 146. La simpatía del autor va hacia el honrado Stephen Black -
pool, que no toma parce en la huelga, y por una fidelidad atávica y
perruna siente una solidaridad insobornable, aunque fuertemente
velada, con su patrón. La «moral de perro» desempeña en Dickens
un gran papel. Cuanto más alejada está una actitud de la posición
intelectual madura y crítica de un hombre de espíritu, tanto ma
yor comprensión y simpatía le brinda. Las gentes incultas y senci
llas quedan siempre más cerca de él que las ilustradas, y los niños
más cerca que los adultos.
Dickens entiende completamente al revés el sentido de la lu
cha entre el capital y el trabajo; sencillamente, no comprende que
se enfrenten dos fuerzas mutuamente inconciliables, y que no está
en la buena voluntad del individuo atenuar la lucha. La verdad
evangélica de que el hombre no sólo vive de pan produce en una
146 Cf. Hum phrey House, op. cit.} pág. 209.
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