Page 378 - Hauser
P. 378

Naturalismo e impresionismo








                 importantes logros naturalistas. Toda la novela inglesa moderna ha


                 sacado de él su arte de describir el ambiente, de dibujar los retratos,


                 de  llevar el  diálogo.  Pero,  en  realidad,  todas las  figuras  de este na­


                 turalismo son caricaturas, todos los rasgos de la vida están en él agu­



                 dizados,  aumentados  de  dimensión,  exagerados,  todo  se  convierte


                 en  un  fantástico  juego  de  sombras  y  retablo  de  titiritero,  todo  se


                 transforma  en  relaciones  y  situaciones  estilizadas  y  estereotipadas



                 hasta llegar a la simplicidad del melodrama. Sus más amables figu­


                 ras son locos rematados; sus más inofensivos pequeñoburgueses, ra­


                 ros imposibles, monomaniacos, duendes; sus ambientes más cuida­


                 dosamente  dibujados  son  como  bastidores  de óperas  románticas,  y



                 todo su naturalismo produce a menudo sólo la actitud y estridencia


                 de  visiones  de  sueño.  Los  peores  absurdos  de  Balzac  producen  un


                 efecto  más  lógico  que  muchas  de  sus  visiones.  Las  represiones  y



                 compromisos Victorianos engendran en él un estilo completamente


                 desigual,  indómito,  «neurótico».  Pero las  neurosis  no son siempre


                 absolutamente  complicadas,  y  Dickens  en  realidad  no  tenía  en  sí


                 nada de complicado y diferenciado. Fue no sólo uno de los más in­



                 cultos escritores ingleses, no sólo tan ignorante y tan iletrado como,


                 por ejemplo,  Richardson  o Jane  Austen,  sino,  a  diferencia de  esta


                 última, que era ingenua y en muchos aspectos obtusa, un niño gran­



                 de, que era insensible a los más profundos problemas de la vida. No


                 tenía en sí nada de intelectual, y tampoco pensaba nada en los inte­


                 lectuales.  Si alguna vez describía a un artista o pensador, se reía de


                 él. Frente al arte adoptaba la postura hostil del puritano, y la acen­



                 tuaba todavía con la opinión sin espíritu y antiartística del burgués


                 práctico;  lo consideraba  en  realidad  como algo superfluo y  aun  la­


                 mentable.  Su  oposición  al  espíritu  era peor  que  burguesa,  era pe-



                 queñoburguesa y filistea. Negaba toda comunidad con artistas, poe­


                 tas y semejantes fanfarrones, como si quisiera con ello atestiguar la


                 solidaridad con su público U8.


                            El público  lector estaba ya dividido en  la época victoriana en



                 dos  círculos perfectamente distintos,  y Dickens era considerado, a


                 pesar de sus partidarios en las clases elevadas, como el autor del pú­







                            148  O. Sitwell, op.  cit.f  pág.  16.






                                                                                    379
   373   374   375   376   377   378   379   380   381   382   383