Page 16 - Los caminos de Virginia
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el Congreso bajo el gobierno de Virgilio Barco. Este gobernante llamó a la extradición y la
respuesta de los afectados fue temible. Para 1986 el homicidio había la principal causa de
mortalidad de los colombianos, y seguía creciendo a través de los años y afectando a
millones de colombianos, todo causado por distintos frentes. En 1988 se contabilizaron
2.738 asesinatos y en la primera mitad de 1989 se produjeron 1.216. Asesinatos y secuestros
de congresistas y periodistas se convirtieron en algo habitual. Jaime Pardo Leal, ex-
candidato de la UP, José Antequera, dirigente de este mismo partido, Bernardo Jaramillo,
sucesor en el partido de Jaime Pardo en su dirección, Carlos Pizarro, máximo dirigente del
M-19, Luis Carlos Galán, candidato a la presidencia por el Partido Liberal, Guillermo Cano
Isaza, director de El Espectador, son algunos de los nombres víctimas de la violencia. Una
bomba con cien kilos de dinamita fue implantada en el edificio del DAS, atentando contra
la vida del entonces director y general Miguel Maza Márquez.
Éste era el paisaje decadente de la década de los ochenta y que convertiría a los noventa en
un anexo de esta problemática, que podría considerarse una década de agudización dado
que además del conflicto armado, ha de añadirse la guerra que mantuvieron los carteles de
la droga dentro del país. En 1989 el M-19 entrega definitivamente las armas y recibe el
indulto, y en 1991 se redacta una nueva constitución con la intención de construir una
democracia en la que se tuvieran en cuenta las minorías. Pero aun así, la guerra aún no cesa.
En un artículo para El Espectador publicado el 2 de octubre del 2010, William Ospina llamó
la atención sobre la forma como se ha ido manejando el tema del conflicto en Colombia en
las últimas décadas:
Yo sé que quieren que nos alegremos con la muerte de Pablo Escobar. Yo sé que quieren que nos alegremos
con la muerte del Mono Jojoy. Yo sé que quieren que nos alegremos con la muerte de Marulanda. Y que nos
alegremos con la muerte de Desquite, de Sangrenegra, de Efraín González, yo no me alegro. No me alegra la
muerte de nadie. (“El viejo remedio”, 2010)
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