Page 38 - Los caminos de Virginia
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de Kali a las visiones  terroríficas de corrupción y pecado transmitidas  por los profetas

                  judíos; y desde la desilusionada creencia de los griegos y romanos en la Edad de Hierro,

                  hasta el sentido cristiano de vivir en un mundo maligno próximo al dominio de la maldad

                  absoluta (el reino del anticristo), como se anuncia en el Apocalipsis (149). De manera que

                  “decadencia” es un término que sugiere necesariamente un pasado mejor y un presente de

                  destrucción.


                  El concepto moderno que se conoce comúnmente como “decadencia” es una herencia del

                  pensamiento judeo-cristiano en el cual determina una línea progresiva del tiempo y un fin

                  de la historia. A este carácter histórico se le conoce como “escatológico”. Según la  tesis

                  cristiana, en  el fin de los tiempos el bienaventurado tiene  destinada la  felicidad  eterna,

                  mientras que, por el contrario, los pecadores sufrirán de un castigo perpetuo en el infierno.


                  La modernidad, encuentra Calinescu, se relaciona con la decadencia no como analogía sino
                  como en “algo que tiende a”, en un “declinar” de la historia. Nietzsche está de acuerdo en


                  que existe el declinar de la historia, pero el concepto de “declinación” en su pensamiento

                  está relacionado con la salud, es una actitud vital. Occidente está enfermo, una enfermedad

                  en la que está sumido desde el momento en el que algunos trágicos y Platón se alejaron por

                  completo de lo dionisiaco, de la vida y la naturaleza, y adoptaron la postura no sólo de

                  objetivizar la realidad, sino  también de idealizarla. Con  esta objetivización y con  esta

                  idealización vienen de la mano la ciencia y la metafísica (de donde brotan a su vez la moral

                  y la religión).


                  A Nietzsche le sorprendía la actitud prometeica y desafiante del hombre que adoptó frente a

                  la naturaleza en los últimos tiempos. En la Genealogía de la moral, Nietzsche se refiere al

                  hombre de la siguiente manera:


                  […] Porque no hay duda de que el hombre es el animal más enfermo, inseguro, alterable, e inconsistente; es el

                  animal enfermo por antonomasia. ¿A qué se debe esa condición enfermiza? Bien es cierto que el hombre es,

                  igualmente, el animal que más se ha atrevido, innovado, desafiado y afrontado el destino. Él ha hecho grandes

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