Page 43 - Los caminos de Virginia
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En el poema “Guillaume Apollinaire”, Ospina mira a través de esta poeta la guerra de la que
fue testigo, la Primera Guerra Mundial que estalló en 1914. Apollinaire se había ofrecido
como voluntario, fue herido en ella en 1916 y murió en 1918 a causa de la gripa española. Es
un poema semejante a “Nietzsche” en cuanto es un intento de rescatar la belleza, que en este
caso está representada en la aparición de una mujer entre los estragos de la guerra. Mientras
Nietzsche lograba esa visión en los ojos de Lou Salomé, en este poema “la honda guerra está
llena de mujeres bellísimas:/ sólo las ven los ojos de aquellos que las aman” (2010, 243). La
belleza, la mujer, “sobreviven a las salpicaduras del metal y el odio”. De manera que, más
que una fuga o una evasión por parte del poeta, la belleza es una presencia “a pesar” del
mundo moderno. El título del poema siguiente “Apollinaire canta una canción de fiebre”
sugiere un Apollinaire que delira y en el que se expresa un “yo” alterno. La referencia de
este poema son los “Poemas a Lou”. Mientras el Apollinaire “verdadero” aparece como un
fascinado por la guerra y fabrica metáforas entre la mujer y las “modernas maravillas” de la
guerra, Ospina crea un Apollinaire que pretende reivindicarse con Lou y se disculpa:
“Perdona al insensato, que no calla/ su atroz fascinación por la batalla” (2010, 244).
En el siguiente poema, Ospina se sirve de la voz del pintor Franz Marc (artista testigo de la
guerra) y sus imágenes de animales para mostrar algo que ya había mostrado con la imagen
de Nietzsche frente al espejo, el desvanecimiento del hombre y su soledad, sólo que en el
caso de Franz Marc esta soledad es frente a la naturaleza que a su vez está representada en la
pintura que él está contemplando. El personaje siente extrañeza frente a ella. A través del
poema el autor se asombra de cómo cada animal de la tierra cumple su función, excepto el
hombre que no lo hace: “sólo yo nunca estoy donde estoy/ sólo yo soy extraño en la tierra y
en el cielo”. (2010, 245)
En el poema “Franz Kafka”, el personaje se encuentra en un estado de abandono absoluto.
Con respecto a este poema, Figueroa refiere:
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