Page 50 - Educación en Bolivia (Warisata) y México (Chuminópolis) Arturo Vilchis
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52   Educación en Bolivia (Warisata) y México (Chuminópolis)




            la moral ácrata
            El anarcocomunismo o socialismo libertario no es sólo un movi-
            miento político, es una visión general de la vida, la búsqueda de
            un modo de vida, y como tal siempre ha tenido un fundamento
            ético. Fundamento que se construye y desarrolla desde tres aspec-
            tos articulados entre sí: uno individual (de los deberes de cada uno
            hacia sí mismo), otro social (de los deberes de cada uno hacia los
            demás), y el tercero, de los deberes individuales y colectivos hacia
            la naturaleza. 14
               Las formas que dan sentido y coherencia a determinadas accio-
            nes constituyen el ethos, ese sentido y coherencia no es nunca resul-
            tado exclusivo del individuo, sino de la mediación de tradiciones,
            costumbres y de la comunidad-sociedad en la que se desarrolla y
            crece. En este sentido el anarcocomunismo no trata de encontrar
            una definición de concepto moral universal, la moral no es un sa-
            ber exacto, no es factible una episteme de la ética, sin embargo,
            es posible desarrollar una relación de apoyo mutuo y libertad, los
            dos fundamentos principales de su moral. La moral se basa en la
            razón, la libertad y la solidaridad, no se funda en principios meta-
            físicos o trascendentes, sino en la realidad concreta y material de la
            naturaleza humana. Partiendo de que toda modificación de lo real,
            todo camino que nos conduce y orienta, y lo mismo todo lo que
            hacemos y elegimos, se inclina hacia un cierto bien. La finalidad


               14   En cierto sentido, estos aspectos de los deberes nos remiten a El Tratado de
            Panecio (de la escuela estoica, de la ética, que se conoce a través de Cicerón) del de-
            ber, base del de officiis ciceroniano, que distinguía en el hombre dos “naturalezas”:
            “la común y la individual, pero ésta, determinada por el carácter propio, lo esta-
            ba así mismo por la herencia, el carácter y la profesión, de modo que dependía
            a su vez de lo común o social. La dualidad de naturaleza permitía fundamentar
            una dualidad de deberes: los comunes a todos y los propios de cada individuo.
            Humanidad y humanismo concordaban por primera vez claramente en una ética
            de la personalidad que es también una ética social”. Véase “El Tratado de Pane-
            cio”, en Los filósofos antiguos. Selección de textos, Clemente Fernández (sel.), Madrid,
            Biblioteca de Autores Cristianos, 1974, p. 525.
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