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EL PRINCIPE   77

      todo y a todos. Y los estados bien organizados, y los prín-
      cipes prudentes  han tratado con toda diligencia de no de-
      sesperar a los poderosos y de satisfacer y tener contento al
      pueblo; porque éste es uno de los principales objetivos que
      pueda tener un príncipe.
        Entre los reinos bien organizados y gobernados en nues-
                                        8:
      tros días, se encuentra  el de Francia  hay en él infinitas
      instituciones buenas de las que depende la libertad y segu-
      ridad del rey. De ellas, la principal es el parlamento  y su
      autoridad 9; porque quien estructuró aquel reino, conocien-
      do la ambición de los poderosos y su insolencia, y juzgando
      que necesitaban un freno que les contuviera y, por otra par-
      te, consciente del odio (basado en el miedo que el pueblo
      sentía por la nobleza), queriendo asegurarles, no quiso que
      fuese ésta tarea particular del rey para evitarle los repro-
      ches por parte de los grandes señores si favorecía al pue-
      blo o por parte del pueblo si favorecía a los grandes; así
      que creó un tercer juez, que fuera quien sin responsabili-
      dad para el rey, escarmentara a los grandes y favoreciera a
      los humildes. No pudo ser esta resolución más acertada ni
      más prudente,  ni pudo garantizar  mejor la seguridad del
      rey y del reino.
        De ella se puede extraer, además, otro principio impor-
      tante: que los príncipes han de hacer que otros apliquen
      los castigos y reservarse ellos la concesión de gracias y be-
      neficios. De nuevo concluyo que un príncipe ha de estimar
      a  los nobles pero no hacerse odiar por el pueblo  10.
        Teniendo en cuenta la vida y muerte de algunos empera-
      dores romanos, a muchos les parecerá quizás que son ejem-
      plos contrarios a esta opinión mía, al encontrar que hubo


        8  De la admiración de Maquiavelo por la monarquía francesa, no tanto
      en cambio por el carácter de los franceses, dan fe los Discorsi,  I, 16, I,
      55, 5.8, III, l, el Ritrato di cose di Francia e incluso el Príncipe, capítulo
      IV.
        9  El Parlamento, que en su origen no era más que un tribunal, fue trans-
      formado en asamblea general del reino por Felipe IV el Hermoso en 1302.
        10  Es evidente la raíz utilitaria de tal concepción. Observaciones pare-
      cidas las ha hecho en el capítulo VII a propósito de César Borja y Ramiro
      de Orco.
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