Page 113 - Maquiavelo, Nicolas. - El Principe [1513]
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EL PRINCIPE   7 5

      putación, y contra alguien que tiene tan buena reputación
      difícilmente se conjura; difícilmente se ataca a alguien al
      quese sabe tenido por excelente y reverenciado por los su-
      yos. Porque un príncipe ha de abrigar dos temores: uno in-
      terior, de sus súbditos; otro exterior, de los poderosos prín-
      cipes extranjeros. De este último temor se defiende con
      buenos ejércitos y buenos amigos; y siempre que esté bien
      armado tendrá buenos amigos; y siempre que las cosas de
      fuera estén tranquilas estarán tranquilas las del interior, a
      menos que se vean perturbadas por una conjura; y aun
      cuando los asuntos externos se agitaran, si el príncipe se
      ha organizado y ha vivido como he dicho+, si no pierde la
      cabeza, podrá aguantar cualquier ataque, tal como dije que
      hizo el espartano Nabis. Y en cuanto a los súbditos, mien-
      tras las cosas en el exterior no se muevan, sólo hay que te-
      mer que no se conjuren secretamente: de lo que el prínci-
      pe puede guardarse muy bien, evitando ser odiado o des-
      preciado y manteniendo al pueblo satisfecho con él; con-
      seguir esto es absolutamente necesario, como expuse ante-
      riormente con gran prolijidad. Y uno de los remedios más
      potentes que pueda tener un príncipe contra las conjuras
      es el no ser odiado por la mayoría; porque siempre el que
      conjura cree satisfacer al ·pueblo con la muerte del prínci-
      pe; pero si cree que por el contrario ha de ofenderlo, no
      se anima a tomar semejante partido, ya que las dificultades
      con que han de enfrentarse los conjurados son infinitas.
      Por experiencia vemos que han sido muchas fas conjuras
      pero pocas han llegado a buen fin; porque el que conjura
      no puede estar solo, ni puede tampoco buscar otra compa-
      ñía que la de los que cree descontentos; y tan pronto como
      a un descontento le descubres tus intenciones le das moti-
      vo para contentarse, ya que evidentemente denunciándote
      puede esperar todo tipo de recompensas: de manera que,
      viendo la ganancia segura por esta parte, y por la otra in-
     cierta y llena de peligros, ha de ser un amigo fuera de lo
     común o bien un acérrimo y obstinado enemigo del prín-


       4   En el capítulo IX. Para lo que se refiere a las conjuras, cfr. Discorsi,
     III, S.
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