Page 139 - El fin de la infancia
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que usted cree.
               —Comienzo  a  entender.  Jeff  conoce  estas  cosas...  puede  ver  otros  mundos  y
           puede decir de dónde vienen ustedes. Y Jean, de algún modo, recibió el pensamiento

           de Jeff, aún antes que Jeff hubiese nacido.
               —Habría  mucho  que  añadir,  pero  no  creo  que  usted  pueda  acercarse  más  a  la
           verdad. En toda la historia ha habido siempre alguien dueño de poderes inexplicables

           que  parecían  trascender  los  límites  del  tiempo  y  el  espacio.  Los  hombres  nunca
           entendieron esos poderes. Cuando quisieron explicarlos se confundieron todavía más.
           Lo sé muy bien, he leído bastante sobre ellos.

               »Pero hay una comparación que es... bueno, sugestiva, y de cierta ayuda. Se repite
           una y otra vez en la literatura terrestre. Imagine usted que la mente de cada hombre es
           una isla, rodeada de océano. Todas esas islas parecen aisladas, pero en realidad están

           unidas por un lecho común. Si el océano desapareciese, no habría más islas. Todas
           serían parte de un mismo continente, habrían perdido su carácter de individuos.

               »La  telepatía,  como  ustedes  la  llaman,  es  algo  semejante.  En  ciertas
           circunstancias las mentes pueden fundirse y luego, en los momentos en que vuelven a
           aislarse, recordar esa experiencia. En su forma más alta este poder no está sujeto a las
           limitaciones del tiempo y el espacio. Por eso Jean pudo obtener esa información de su

           hijo, que aún no había nacido.
               Hubo un largo silencio durante el cual George luchó con esas asombrosas ideas.

           La figura comenzaba a adquirir forma. Era una figura increíble, pero tenía su lógica
           interna. Y explicaba —si podía usarse esta palabra para algo tan incomprensible—
           todo lo que había pasado desde aquella noche en casa de Rupert. Explicaba también,
           ahora se daba cuenta, el interés de Jean por los temas sobrenaturales.

               —¿Qué ha originado todo esto? —preguntó George—. ¿Y a dónde conduce?
               —No  se  lo  puedo  decir.  Pero  hay  muchas  razas  en  el  universo,  y  algunas

           descubrieron esos poderes mucho antes que la especie humana o la nuestra apareciera
           en escena. Esas razas han estado esperándolos a ustedes, y la hora ha llegado.
               —¿Y qué papel tienen ustedes?
               —Probablemente, como todos los hombres, usted nos ha mirado siempre como a

           amos. No lo somos. No hemos sido más que guardianes, encargados de un trabajo
           que se nos impuso desde... arriba. Este trabajo es difícil de definir; quizá pueda usted

           entendernos mejor si le digo que somos como unas parteras. Estamos ayudando a que
           nazca algo maravilloso y nuevo.
               Rashaverak titubeó. Por un momento pareció como si le faltaran las palabras.

               —Sí, parteras. Pero nosotros mismos somos estériles.
               En  ese  momento  George  comprendió  que  estaba  en  presencia  de  una  tragedia
           mayor que la suya. Era increíble, y sin embargo justo. A pesar de todos sus poderes y

           su  inteligencia,  los  superseñores  estaban  atrapados  en  algo  así  como  un




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