Page 143 - El fin de la infancia
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—Mi tarea aquí está casi terminada —dijo la voz de Karellen por un millón de
aparatos de radio—. Al fin, después de un siglo, puedo deciros en qué consistía.
»Tuvimos que ocultaros muchas cosas, como nosotros mismos nos ocultamos
durante la mitad de nuestra estancia en la Tierra. Algunos de vosotros, lo sé,
pensasteis que ese ocultamiento era inútil. Estáis acostumbrados a nuestra presencia;
ya no podéis imaginar cómo hubiesen reaccionado vuestros antecesores. Pero al
menos podéis entender por qué nos ocultamos.
»Pero nuestro mayor secreto fue el propósito que nos trajo a la Tierra... ese
propósito sobre el que habéis especulado interminablemente. Tuvimos que callar
hasta ahora, pues no nos concernía a nosotros deciros la verdad.
»Hace un siglo vinimos a vuestro mundo y os salvamos de la autodestrucción. No
creo que nadie pueda negarlo. Pero nunca sospechasteis en qué consistía esa
autodestrucción.
»Cuando prohibimos las armas nucleares y todos los peligrosos juguetes que
amontonabais en vuestros armarios, desapareció el peligro de la destrucción física.
Creíais que ése era el único peligro. Hicimos todo lo posible para que lo creyeseis así,
pero no era cierto. El mayor peligro con que os habéis enfrentado es de un carácter
muy diferente. Y no concierne sólo a vuestra raza.
»Muchos mundos llegaron a la encrucijada de la fuerza nuclear, evitaron el
desastre, lograron levantar una civilización pacifica y feliz... y fueron luego
destruidos por fuerzas de las que no tenían noticia.
»En el siglo veinte comenzasteis a investigar seriamente esas fuerzas. Fue
necesario entonces tomar una determinación.
»A lo largo de ese siglo la raza humana estuvo acercándose lentamente al
abismo... sin sospechar siquiera su existencia. Sobre ese abismo sólo hay un puente.
Pocas razas lo han encontrado sin ayuda. Algunas se echaron atrás, evitando así a la
vez el desastre y el triunfo. Sus mundos se convirtieron en islas elíseas, cómodamente
satisfechas, que ya no desempeñaban ningún papel en la historia del universo. Ese
nunca hubiera sido vuestro destino, o vuestra suerte. Vuestra raza tenía demasiada
vitalidad. Se hubiese precipitado en la ruina, arrastrando a otros, pues nunca hubieseis
encontrado ese puente.
»Lamento tener que hablaros por medio de analogías. No tenéis palabras, ni
conceptos, para lo que deseo deciros, y nosotros mismos no sabemos mucho.
»Para entenderme tendríais que retroceder y resucitar muchas cosas que vuestros
antecesores conocían, pero que vosotros habéis olvidado... que, en realidad, os hemos
ayudado a olvidar. Pues nuestra estancia en la Tierra ha estado basada en una vasta
decepción, un ocultamiento de verdades con las que no podríais enfrentaros.
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