Page 31 - El fin de la infancia
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de  hombre  desapareciese,  el  mundo  sería  un  lugar  más  seguro,  pero  menos
           interesante.
               No había ninguna duda, por lo menos para Stormgren, de que Karellen no había

           podido encontrarlo. Había tratado de alardear ante sus guardianes pero estos no se
           convencían. Stormgren estaba seguro de que lo habían retenido para ver si Karellen
           actuaba. Ahora que nada había ocurrido seguirían adelante con sus planes.

               No  se  sorprendió  cuando  unos  pocos  días  después  Joe  le  dijo  que  esperaban
           visitas. Durante el último tiempo el grupo había mostrado una nerviosidad creciente,
           y el prisionero sospechó que los líderes del movimiento, viendo que había pasado el

           peligro, venían a buscarlo.
               Estaban esperando, reunidos alrededor de la desvencijada mesita, cuando Joe le
           indicó cortésmente que pasara al vestíbulo. A Stormgren le causó gracia advertir que

           su  carcelero  llevaba  ahora,  muy  ostentosamente,  una  enorme  pistola.  Los  dos
           compinches habían desaparecido, y hasta Joe parecía intimidado.

               Stormgren advirtió en seguida que se encontraba ante hombres de mucho mayor
           calibre. El grupo le recordó una fotografía de Lenin y sus compañeros en los primeros
           días de la revolución rusa. Había en esos seis hombres la misma fuerza intelectual, la
           misma  férrea  determinación,  y  la  misma  dureza.  Joe  y  sus  cómplices  eran

           inofensivos. Estos eran los verdaderos cerebros de la organización.
               Con un breve movimiento de cabeza Stormgren caminó hacia la única silla vacía

           tratando de revelar cierto dominio de sí mismo. Mientras se acercaba, el más grueso
           de los hombres sentado en el otro extremo de la mesa, se inclinó hacia adelante y
           clavó  en  él  unos  ojos  penetrantes  y  grises.  Stormgren  se  sintió  tan  incómodo  que
           olvidó sus propósitos y habló inmediatamente.

               —Me imagino que han venido ustedes a discutir mi situación. ¿Cuál es el precio
           de mi rescate?

               Advirtió que en el fondo del vestíbulo alguien tomaba notas en un cuaderno de
           taquigrafía. Todo tenía un aspecto muy comercial.
               El líder replicó con un musical acento galés:
               —Puede  usted  plantearlo  así,  señor  secretario.  Pero  no  tenemos  interés  en  el

           dinero, sino en la información.
               Ah, pensó Stormgren, era un prisionero de guerra, y esto un interrogatorio.

               —Ya  sabe  cuáles  son  nuestros  motivos  —continuó  el  otro  con  su  suave  voz
           cantarina—. Llámenos, si quiere, un movimiento de resistencia. Creemos que tarde o
           temprano  la  Tierra  tendrá  que  luchar  por  su  libertad,  pero  comprendemos  que  esa

           lucha  sólo  puede  utilizar  métodos  indirectos  tales  como  la  desobediencia  y  el
           sabotaje. Lo hemos raptado en parte para mostrarle a Karellen que estamos decididos
           a todo, y bien organizados; pero, principalmente, porque usted es el único hombre

           que  puede  informarnos  sobre  los  superseñores.  Es  usted  un  ser  razonable,  señor




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