Page 39 - El fin de la infancia
P. 39
4
Nunca se le hubiera ocurrido a Stormgren, aun unos pocos días antes, que hubiese
podido considerar seriamente la acción que estaba planeando. Ese melodramático y
ridículo rapto, que ahora le parecía un folletín de televisión de tercera categoría, era
probablemente una de las causas principales de su cambio de opinión. Stormgren,
enemigo hasta de las batallas verbales de la sala de conferencias, había estado
expuesto por primera vez a la violencia física. El virus debía de haberle contaminado
la sangre, o simplemente estaba acercándose con demasiada rapidez a la segunda
infancia.
Motivos también muy importantes eran su curiosidad y la determinación de
devolver el golpe. Indudablemente lo habían utilizado como cebo, y aunque la mejor
de las razones hubiese guiado a Karellen, Stormgren no estaba dispuesto a perdonarlo
en seguida.
Pierre Duval no se sorprendió cuando Stormgren entró en su oficina sin
anunciarse. Eran viejos amigos y nada tenía de raro que el secretario visitase
personalmente al jefe del departamento científico. Si Karellen, o algún subordinado,
apuntase sus instrumentos de vigilancia hacia esta determinada oficina no tendría, en
verdad, por qué sorprenderse.
Los dos hombres hablaron un rato de generalidades e hicieron algunos
comentarios políticos. Al fin, Stormgren se decidió a encarar la cuestión. El viejo
francés se reclinó en su silla y mientras su visitante hablaba las cejas se le fueron
levantando milímetro a milímetro hasta confundírsele casi con la melena. Una o dos
veces estuvo a punto de interrumpir a Stormgren, pero lo pensó mejor y continuó
escuchando en silencio.
Cuando Stormgren terminó, el hombre de ciencia miró con nerviosismo a su
alrededor.
—¿Crees que nos estará escuchando? —preguntó.
—No. No creo que sea posible. Me protege algo que Karellen llama un rastreador.
Pero no funciona bajo tierra. Ese es uno de los motivos por los que he venido a verte
a este sótano tuyo. Se supone que está protegido contra toda clase de radiaciones, ¿no
es así? Bueno, Karellen no es un mago. Sabe dónde estoy, pero nada más.
—Ojalá tengas razón. Pero, aparte de eso, ¿no habrá dificultades cuando Karellen
descubra tus intenciones? Pues las descubrirá, lo sabes muy bien.
—Correré ese riesgo. Además, nos entendemos bien.
El físico jugueteó con su lápiz y se quedó mirando un rato el vacío.
—Es un bonito problema. Me gusta —dijo simplemente. Buscó luego en un cajón
y sacó un enorme bloc de papel. Stormgren nunca había visto otro más grande.
—Bueno —comenzó a decir Duval, garrapateando furiosamente en una especie
www.lectulandia.com - Página 39