Page 66 - El fin de la infancia
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aunque desde un punto de vista diferente. Benny Shoenberger, viejo amigo de
George, tenía una abundante información al respecto.
—Por favor no se lo vayas a decir a nadie —le dijo—. Ruth no sabe nada, pero yo
se la presenté a Rupert.
—Me parece —señaló George con envidia— que vale demasiado para Rupert. De
todos modos, no puede durar. Pronto estará harta de él. —Esta última observación
pareció animarlo considerablemente.
—No lo creas. Además de ser una belleza es una excelentísima persona. Es hora
de que alguien se encargue de Rupert y Maia es la mujer indicada.
Rupert y Maia estaban sentados al lado de Rashaverak atendiendo solemnemente
a los huéspedes. Las fiestas de Rupert tenían muy pocas veces algún centro de
atracción, ya que consistían casi siempre en una media docena de grupos
independientes que sólo se ocupaban de sus propios asuntos. Esta vez, sin embargo,
todos tenían un mismo interés. George lo sintió bastante por Maia. Éste tenía que
haber sido el día de la joven, pero Rashaverak la había eclipsado parcialmente.
—Oye —dijo George mordisqueando un sándwich—, ¿cómo demonios logró
Rupert traer aquí a un superseñor? Nunca oí nada semejante. Pero Rupert parece
aceptarlo como algo natural. Ni siquiera nos avisó al invitarnos.
Benny rió entre dientes.
—Otra de sus sorpresas. Mejor será que se lo preguntes a él. Pero esta no es la
primera vez, al fin y al cabo. Karellen ha estado en algunas fiestas, en la Casa Blanca,
en el palacio de Buckingham, en...
—¡Eh, pero esto es diferente! Rupert es un ciudadano perfectamente común.
—Y quizá Rashaverak es un superseñor de menor importancia. Pero será mejor
que se lo preguntes a ellos.
—Lo haré —dijo George—, tan pronto como me encuentre a solas con Rupert.
—Entonces tendrás que esperar mucho.
Benny no se equivocaba, pero como la fiesta estaba animándose era más fácil
tener paciencia. La leve parálisis ocasionada por la aparición de Rashaverak se había
borrado. Se veía aún a un grupito cerca del superseñor, pero ya se habían producido
las fragmentaciones de costumbre, y todos se comportaban con bastante naturalidad.
Sin mover la cabeza, George podía ver un famoso productor cinematográfico, un
poeta menor, un matemático, dos actores, un ingeniero de energía atómica, el editor
de un semanario de noticias, un virtuoso del violín, un profesor de arqueología, y un
astrofísico. No había ningún representante de la profesión de George —escenógrafo
de televisión—, y era mejor así, ya que no quería volver a sus preocupaciones
habituales. A George le gustaba mucho su trabajo; en realidad, en esa época, y por
primera vez en la historia humana, nadie trabajaba en algo que no le gustase; pero
George era uno de esos hombres capaces de olvidar la oficina una vez terminada la
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