Page 94 - El fin de la infancia
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presiones que estaban afuera y no adentro.
—¿Qué es eso? —exclamó Jan súbitamente. Señaló con un dedo tembloroso la
esfera más cercana. La curiosa estructura lineal se había transformado en una red de
tentáculos gigantescos. Mientras el submarino se acercaba pudieron ver que los
tentáculos terminaban en un saco grande y pulposo en donde asomaba un par de ojos
enormes.
—Ése —dijo el piloto con indiferencia— es probablemente Lucifer. Alguien ha
estado alimentándolo de nuevo. —Movió una llave y se inclinó sobre el tablero de
controles—. S.2 llamando a laboratorio. ¿Quiere alejar a su mascota?
La respuesta llegó en seguida.
—Laboratorio a S.2, adelante y establezca contacto. Lucey se apartará en seguida.
Las curvas paredes de metal comenzaron a llenar la pantalla. Jan tuvo una última
visión de un brazo gigantesco, tachonado de ventosas, que se sacudía alejándose. Se
oyó una sorda campana y una serie de chirriantes ruidos mientras unas grampas
buscaban un punto de apoyo en el casco liso y ovalado del submarino. En unos pocos
minutos la nave se apretó fuertemente contra la pared de la base; los portalones de la
entrada se unieron y comenzaron a moverse alrededor del casco del submarino como
una tuerca gigantesca. Se oyó luego la señal que indicaba "presión compensada", se
abrieron las escotillas y quedó libre el camino hacia el Laboratorio Abisal Uno.
Jan encontró al profesor Sullivan en un desordenado cuartito que parecía reunir
los atributos de una oficina, un taller y un laboratorio. Sullivan examinaba a través de
un microscopio lo que parecía ser una bomba pequeña: seguramente se trataba de una
cápsula de presión que contenía algunos especímenes submarinos que nadaban
felizmente bajo una presión de varias toneladas por centímetro cuadrado.
—Bueno —dijo Sullivan apartándose del visor—, ¿cómo está Rupert? ¿Y qué
podemos hacer por usted?
—Rupert está muy bien —respondió Jan— y le envía sus saludos. Le hubiese
gustado visitarlo si no fuese por su claustrofobia.
—Sí, se sentiría un poco incómodo aquí, con cinco kilómetros de agua encima de
la cabeza. ¿A usted no le importa?
Jan se encogió de hombros.
—No más que estar en un cohete estratosférico. Si algo anduviese mal, el
resultado sería el mismo.
—Un juicio correcto, pero es sorprendente que tan pocas personas se den cuenta.
—Sullivan jugó un rato con los controles del microscopio y al fin lanzó hacia Jan una
mirada inquisitiva—. Le mostraré con gusto el laboratorio, pero le confieso que me
sorprendí cuando Rupert me comunicó el deseo de usted. No pude entender qué
razones tendría un explorador del espacio para interesarse en nuestra tarea. ¿No se
habrá usted equivocado de camino? —Sullivan lanzó un risita divertida—.
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