Page 104 - Crepusculo 1
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— ¿De verdad? ¿Como qué?
                     Quise haberlo dejado correr casi tanto como esperaba que se lo tomara a broma cuando
               se enterara.
                     —No te lo puedo explicar ahora, pero es incluso más increíble detrás del rostro.
                     El  vampiro  que  quería  ser  bueno,  que  corría  a  salvar  vidas,  ya  que  así  no  sería  un
               monstruo... Miré hacia la parte delantera de la clase.
                     — ¿Es eso posible?—dijo entre risitas.
                     La ignoré, intentando aparentar que prestaba atención al señor Varner.
                     —Entonces, ¿te gusta?
                     No se iba a dar por vencida.
                     —Sí —respondí de forma cortante.
                     —Me refiero a que si te gusta de verdad —me apremió.
                     —Sí ——dije de nuevo, sonrojándome.
                     Esperaba que ese detalle no se registrara en los pensamientos de Jessica. Las respuestas
               monosilábicas le iban a tener que bastar.
                     — ¿Cuánto te gusta?
                     —Demasiado —le repliqué en un susurro—, más de lo que yo le gusto a él, pero no veo
               la forma de evitarlo.
                     Solté  un  suspiro.  Un  sonrojo  enmascaró  el  siguiente.  Entonces,  por  fortuna,  el  señor
               Varner le hizo a Jessica una pregunta.
                     No  tuvo  oportunidad  de  continuar  con  el  tema  durante  la  clase  y  en  cuanto  sonó  el
               timbre inicié una maniobra de evasión.
                     —En Lengua, Mike me ha preguntado si me habías dicho algo sobre la noche del lunes
               —le dije.
                     — ¡Estás de guasa! ¡¿Qué le dijiste?!  —exclamó con voz entrecortada, desviada por
               completo su atención del asunto.
                     — ¡Dime exactamente qué dijo y cuál fue tu respuesta palabra por palabra!
                     Nos pasamos el resto del camino diseccionando la estructura de las frases y la mayor
               parte  de  la  clase  de  español  con  una  minuciosa  descripción  de  las  expresiones  faciales  de
               Mike.  No  hubiera  estirado  tanto  el  tema  de  no  ser  porque  me  preocupaba  convertirme  de
               nuevo en el tema de la conversación.
                     Entonces sonó el timbre del almuerzo. El hecho de que me levantara de un salto de la
               silla y guardase precipitadamente los libros en la mochila con expresión animada, debió de
               suponer un indicio claro para Jessica, que comentó:
                     —Hoy no te vas a sentar con nosotros, ¿verdad?
                     —Creo que no.
                     No estaba segura de que no fuera a desaparecer inoportunamente otra vez. Pero Edward
               me esperaba a la salida de nuestra clase de Español, apoyado contra la pared; se parecía a un
               dios heleno más de lo que nadie debería tener derecho. Jessica nos dirigió una mirada, puso
               los ojos en blanco y se marchó.
                     —Te  veo  luego,  Bella  —se  despidió,  con  una  voz  llena  de  implicaciones.  Tal  vez
               debería desconectar el timbre del teléfono.
                     —Hola  —dijo  Edward  con  voz  divertida  e  irritada  al  mismo  tiempo.  Era  obvio  que
               había estado escuchando.
                     —Hola.
                     No  se  me  ocurrió  nada  más  que  decir  y  él  no  habló  —a  la  espera  del  momento
               adecuado, presumí—, por lo que el trayecto a la cafetería fue un paseo en silencio. El entrar
               con Edward en el abigarrado flujo de gente a la hora del almuerzo se pareció mucho a mi
               primer día: todos me miraban.






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