Page 108 - Crepusculo 1
P. 108
—Eso no sería un problema —estaba muy seguro—. Todo depende de quién te lleve al
bailar —vio que estaba a punto de protestar y me cortó—. Pero aún no me has contestado...
¿Estás decidida a ir a Seattle o te importaría que fuéramos a un lugar diferente?
En cuanto utilizó el plural, no me preocupé de nada más.
—Estoy abierta a sugerencias —concedí—, pero he de pedirte un favor.
Me miró con precaución, como hacía siempre que formulaba una pregunta abierta.
— ¿Cuál?
— ¿Puedo conducir?
Frunció el ceño.
— ¿Por qué?
—Bueno, sobre todo porque cuando le dije a Charlie que me iba a Seattle, me preguntó
concretamente si viajaba sola, como así era en ese momento. Probablemente, no le mentiría si
me lo volviera a preguntar, pero dudo que lo haga de nuevo, y dejar el coche enfrente de la
casa sólo sacaría el tema a colación de forma innecesaria. Y además, porque tu manera de
conducir me asusta.
Puso los ojos en blanco.
—De todas las cosas por las que te tendría que asustar, a ti te preocupa mi conducción
—movió la cabeza con desagrado, pero luego volvió a ponerse serio—. ¿No le quieres decir a
tu padre que vas a pasar el día conmigo?
En su pregunta había un trasfondo que no comprendí.
—Con Charlie, menos es siempre más —en eso me mostré firme—. De todos modos,
¿adonde vamos a ir?
—Va a hacer buen tiempo, por lo que estaré fuera de la atención pública y podrás estar
conmigo si así lo quieres.
Otra vez me dejaba la alternativa de elegir.
— ¿Y me enseñarás a qué te referías con lo del sol? —pregunté, entusiasmada por la
idea de desentrañar otra de las incógnitas.
—Sí —sonrió y se tomó un tiempo—. Pero si no quieres estar a solas conmigo, seguiría
prefiriendo que no fueras a Seattle tú sola. Me estremezco al pensar con qué problemas te
podrías encontrar en una ciudad de ese tamaño.
Me ofendí.
—Sólo en población, Phoenix es tres veces mayor que Seattle. En tamaño físico...
—Pero al parecer —me interrumpió— en Phoenix no te había llegado la hora, por lo
que preferiría que permanecieras cerca de mí.
Sus ojos adquirieron de nuevo ese toque de desleal seducción. No conseguí debatir ni
con la vista ni con los argumentos lo que, de todos modos, era un punto discutible.
—No me importa estar a solas contigo cuando suceda.
—Lo sé —suspiró con gesto inquietante—. Pero se lo deberías contar a Charlie.
— ¿Por qué diablos iba a hacer eso?
Sus ojos relampaguearon con súbita fiereza.
—Para darme algún pequeño incentivo para que te traiga de vuelta.
Tragué saliva, pero, después de pensármelo un momento, estuve segura:
—Creo que me arriesgaré.
Resopló con enojo y desvió la mirada.
—Hablemos de cualquier otra cosa —sugerí.
— ¿De qué quieres hablar? —preguntó, todavía sorprendido.
Miré a nuestro alrededor para asegurarme de que nadie nos podía oír. Mientras paseaba
la mirada por el comedor, observé los ojos de la hermana de Edward, Alice, que me miraba
fijamente, mientras que el resto le miraba a él. Desvié la mirada rápidamente, miré a Edward,
y le pregunté lo primero que se me pasó por la cabeza.
— 108 —