Page 142 - Crepusculo 1
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—Mareada, creo.
                      —Pon la cabeza entre las rodillas.
                      Intenté lo que me indicaba, y ayudó un poco. Inspiré y espiré lentamente sin mover la
               cabeza. Me percaté de que se sentaba a mi lado. Pasado el mal trago, pude alzar la cabeza. Me
               pitaban los oídos.
                      —Supongo que no fue una buena idea —musitó.
                      Intenté mostrarme positiva, pero mi voz sonó débil cuando respondí:
                      —No, ha sido muy interesante.
                      — ¡Vaya! Estás blanca como un fantasma, tan blanca como yo mismo.
                      —Creo que debería haber cerrado los ojos.
                      —Recuérdalo la próxima vez.
                      — ¡¿La próxima vez?! —gemí.
                      Edward se rió, seguía de un humor excelente.
                      —Fanfarrón —musité.
                      —Bella, abre los ojos —rogó con voz suave.
                      Y ahí estaba él, con el rostro demasiado cerca del mío. Su belleza aturdió mi mente...
               Era demasiada, un exceso al que no conseguía acostumbrarme.
                      —Mientras corría, he estado pensando...
                       — En no estrellarnos contra los árboles, espero.
                      —Tonta Bella —rió entre dientes—. Correr es mi segunda naturaleza, no es algo en lo
               que tenga que pensar.
                      —Fanfarrón —repetí. Edward sonrió.
                      —No. He pensado que había algo que quería intentar.
                      Y volvió a tomar mi cabeza entre sus manos. No pude respirar.
                      Vaciló... No de la forma habitual, no de una forma humana, no de la manera en que un
               hombre podría vacilar antes de besar a una mujer para calibrar su reacción e intuir cómo le
               recibiría.  Tal  vez vacilaría para prolongar el  momento, ese momento  ideal  previo,  muchas
               veces mejor que el beso mismo.
                      Edward  se  detuvo  vacilante  para  probarse  a  sí  mismo  y  ver  si  era  seguro,  para
               cerciorarse de que aún mantenía bajo control su necesidad.
                      Entonces sus fríos labios de mármol presionaron muy suavemente los míos.
                      Para lo que ninguno de los dos estaba preparado era para mi respuesta.
                      La sangre me hervía bajo la piel quemándome los labios. Mi respiración se convirtió
               en  un  violento  jadeo.  Aferré  su  pelo  con  los  dedos,  atrayéndolo  hacia  mí,  con  los  labios
               entreabiertos para respirar su aliento  embriagador.  Inmediatamente, sentí  que sus  labios  se
               convertían en piedra. Sus manos gentilmente pero con fuerza, apartaron mi cara. Abrí los ojos
               y vi su expresión vigilante.
                      — ¡Huy! —musité.
                      —Eso es quedarse corto.
                      Sus  ojos  eran  feroces  y  apretaba  la  mandíbula  para  controlarse,  sin  que  todavía  se
               descompusiera  su  perfecta  expresión.  Sostuvo  mi  rostro  a  escasos  centímetros  del  suyo,
               aturdiéndome.
                      — ¿Debería...?
                      Intenté desasirme para concederle cierto espacio, pero sus manos no me permitieron
               alejarme más de un centímetro.
                      —No.  Es  soportable.  Aguarda  un  momento,  por  favor  —pidió  con  voz  amable,
               controlada.
                      Mantuve la vista fija en sus ojos, contemplé como la excitación que lucía en ellos se
               sosegaba. Entonces, me dedicó una sonrisa sorprendentemente traviesa.
                      — ¡Listo! —exclamó, complacido consigo mismo.




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