Page 143 - Crepusculo 1
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— ¿Soportable? —pregunté.
—Soy más fuerte de lo que pensaba —rió con fuerza—. Bueno es saberlo.
—Desearía poder decir lo mismo. Lo siento. —Después de todo, sólo eres humana.
—Muchas gracias —repliqué mordazmente.
Se puso de pie con uno de sus movimientos ágiles, rápidos, casi invisibles. Me tendió
su mano, un gesto inesperado, ya que estaba demasiado acostumbrada a nuestro habitual
comportamiento de nulo contacto. Tomé su mano helada, ya que necesitaba ese apoyo más de
lo que creía. Aún no había recuperado el equilibrio.
— ¿Sigues estando débil a causa de la carrera? ¿O ha sido mi pericia al besar?
¡Qué desenfadado y humano parecía su angelical y apacible rostro cuando se reía! Era
un Edward diferente al que yo conocía, y estaba loca por él. Ahora, separarme me iba a causar
un dolor físico.
—No puedo estar segura, aún sigo grogui —conseguí responderle—. Creo que es un
poco de ambas cosas.
—Tal vez deberías dejarme conducir.
— ¿Estás loco? —protesté.
—Conduzco mejor que tú en tu mejor día —se burló—. Tus reflejos son mucho más
lentos.
—Estoy segura de eso, pero creo que ni mis nervios ni mi coche seríamos capaces de
soportarlo.
—Un poco de confianza, Bella, por favor.
Tenía la mano en el bolsillo, crispada sobre las llaves. Fruncí los labios con gesto
pensativo y sacudí la cabeza firmemente.
—No. Ni en broma.
Arqueó las cejas con incredulidad.
Comencé a dar un rodeo a su lado para dirigirme al asiento del conductor. Puede que
me hubiera dejado pasar si no me hubiese tambaleado ligeramente. Puede que no.
—Bella, llegados a este punto, ya he invertido un enorme esfuerzo personal en
mantenerte viva. No voy a dejar que te pongas detrás del volante de un coche cuando ni
siquiera puedes caminar en línea recta. Además, no hay que dejar que los amigos conduzcan
borrachos —citó con una risita mientras su brazo creaba una trampa ineludible alrededor de
mi cintura.
—No puedo rebatirlo —dije con un suspiro. No había forma de sortearlo ni podía
resistirme a él. Alcé las llaves y las dejé caer, observando que su mano, veloz como el rayo,
las atrapaba sin hacer ruido—. Con calma... Mi monovolumen es un señor mayor.
—Muy sensata —aprobó.
— ¿Y tú no estás afectado por mi presencia? ——pregunté con enojo.
Sus facciones sufrieron otra transformación, su expresión se hizo suave y cálida. Al
principio, no me respondió; se limitó a inclinar su rostro sobre el mío y deslizar sus labios
lentamente a lo largo de mi mandíbula, desde la oreja al mentón, de un lado a otro. Me
estremecí.
—Pase lo que pase —murmuró finalmente—, tengo mejores reflejos.
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