Page 145 - Crepusculo 1
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MENTE VERSUS CUERPO
Tuve que admitir que Edward conducía bien cuando iba a una velocidad razonable.
Como tantas otras cosas, la conducción no parecía requerirle ningún esfuerzo. Aunque apenas
miraba a la carretera, los neumáticos nunca se desviaban más de un centímetro del centro de
la senda. Conducía con una mano, sosteniendo la mía con la otra. A veces fijaba la vista en el
sol poniente, otras en mí, en mi rostro, en mi pelo expuesto al viento que entraba por la
ventana abierta, en nuestras manos unidas.
Había cambiado el dial de la radio para sintonizar una emisora de viejos éxitos y
cantaba una canción que no había oído en mi vida. Se sabía la letra entera.
— ¿Te gusta la música de los cincuenta?
—En los cincuenta, la música era buena, mucho mejor que la de los sesenta, y los
setenta... ¡Buaj! —se estremeció—. Los ochenta fueron soportables.
— ¿Vas a decirme alguna vez cuántos años tienes? —pregunté, indecisa, sin querer
arruinar su optimismo.
— ¿Importa mucho?
Para mi gran alivio, su sonrisa se mantuvo clara.
—No, pero me lo sigo preguntando... —hice una mueca—. No hay nada como un
misterio sin resolver para mantenerte en vela toda la noche.
—Me pregunto si te perturbaría... —comentó para sí.
Fijó la mirada en el sol, pasaron los minutos y al final dije:
—Ponme a prueba.
Suspiró. Luego me miró a los ojos, olvidándose al parecer, y por completo, del camino
durante un buen rato. Fuera lo que fuese lo que viera en ellos, debió de animarle. Clavó la
vista en el sol —la luz del astro rey al ponerse arrancaba de su piel un centelleo similar al de
los rubíes— y comenzó a hablar.
—Nací en Chicago en 1901 —hizo una pausa y me miró por el rabillo del ojo. Puse
mucho cuidado en que mi rostro no mostrara sorpresa alguna, esperando el resto de la historia
con paciencia. Esbozó una leve sonrisa y prosiguió—: Carlisle me encontró en un hospital en
el verano de 1918. Tenía diecisiete años y me estaba muriendo de gripe española.
Me oyó inhalar bruscamente, aunque apenas era audible para mí misma. Volvió a
mirar mis ojos.
—No me acuerdo muy bien. Sucedió hace mucho tiempo y los recuerdos humanos se
desvanecen —se sumió en sus propios pensamientos durante un breve lapso de tiempo antes
de continuar—. Recuerdo cómo me sentía cuando Carlisle me salvó. No es nada fácil ni algo
que se pueda olvidar.
— ¿Y tus padres?
—Ya habían muerto a causa de la gripe. Estaba solo. Me eligió por ese motivo. Con
todo el caos de la epidemia, nadie iba a darse cuenta de que yo había desaparecido.
— ¿Cómo...? ¿Cómo te salvó?
Transcurrieron varios segundos antes de que respondiera. Parecía estar eligiendo las
palabras con sumo cuidado.
—Fue difícil. No muchos de nosotros tenemos el necesario autocontrol para
conseguirlo, pero Carlisle siempre ha sido el más humano y compasivo de todos. Dudo que se
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