Page 152 - Crepusculo 1
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— ¿Eso te parece? —murmuró Edward mientras deslizaba la nariz hacia la curva de
mi mandíbula. Sentí su mano, más ligera que el ala de una polilla, apartar mi pelo húmedo
para que sus labios pudieran tocar la hondonada de debajo de mi oreja.
—Sí. Mucho, mucho más fácil —contesté mientras intentaba espirar.
—Humm.
—Por eso me preguntaba... —comencé de nuevo, pero sus dedos seguían la línea de
mi clavícula y me hicieron perder el hilo de lo que estaba diciendo.
— ¿Sí? —musitó.
— ¿Por qué será? —inquirí con voz temblorosa, lo cual me avergonzó—. ¿Qué crees?
Noté el temblor de su respiración sobre mi cuello cuando se rió.
—El triunfo de la mente sobre la materia.
Retrocedí. Se quedó inmóvil cuando me moví, por lo que ya no pude oírle respirar.
Durante un instante nos miramos el uno al otro con prevención; luego, la tensión de su
mandíbula se relajó gradualmente y su expresión se llenó de confusión.
— ¿Hice algo mal?
—No, lo opuesto. Me estás volviendo loca —le expliqué.
Lo pensó brevemente y pareció complacido cuando preguntó:
— ¿De veras?
Una sonrisa triunfal iluminó lentamente su rostro.
— ¿Querrías una salva de aplausos? —le pregunté con sarcasmo.
Sonrió de oreja a oreja.
—Sólo estoy gratamente sorprendido —me aclaró—. En los últimos cien años, o casi
—comentó con tono bromista— nunca me imaginé algo parecido. No creía encontrar a nadie
con quien quisiera estar de forma distinta a la que estoy con mis hermanos y hermanas. Y
entonces descubro que estar contigo se me da bien, aunque todo sea nuevo para mí.
—Tú eres bueno en todo —observé.
Se encogió de hombros, dejándolo correr, y los dos nos reímos en voz baja.
—Pero ¿cómo puede ser tan fácil ahora? —le presioné—. Esta tarde...
—No es fácil—suspiró—. Pero esta tarde estaba todavía... indeciso. Lo lamento, es
imperdonable que me haya comportado de esa forma.
—No es imperdonable —discrepé.
—Gracias —sonrió—. Ya ves —prosiguió, ahora mirando al suelo—, no estaba
convencido de ser lo bastante fuerte... —me tomó una mano y la presionó suavemente contra
su rostro—. Estuve susceptible mientras existía la posibilidad de que me viera sobrepasado...
—exhaló su aroma sobre mi muñeca—. Hasta que me convencí de que mi mente era lo
bastante fuerte, que no existía peligro de ningún tipo de que yo... de que pudiera...
Jamás le había visto trabarse de esa forma con las palabras. Resultaba tan... humano.
— ¿Ahora ya no existe esa posibilidad?
—La mente domina la materia —repitió con una sonrisa que dejó entrever unos
dientes que relucían incluso en la oscuridad.
—Vaya, pues sí que era fácil.
Echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada, imperceptible como un suspiro, pero
exuberante de todos modos.
— ¡Fácil para ti! —me corrigió al tiempo que me acariciaba la nariz con la yema de
los dedos.
En ese momento se puso serio.
—Lo estoy intentando —susurró con voz dolida—. Si resultara..... insoportable, estoy
bastante seguro de ser capaz de irme.
Torcí el gesto. No me gustaba hablar de despedidas.
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