Page 154 - Crepusculo 1
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—Pero sinceramente —bromeé—, que eso te moleste después de lo que he oído de esa
Rosalie... Rosalie, la encarnación de la pura belleza... Eso es lo que Rosalie significa para ti,
con o sin Emmett, ¿cómo voy a competir con eso?
—No hay competencia.
Sus dientes centellearon. Arrastró mis manos atrapadas alrededor de su espalda,
apretándome contra su pecho. Me mantuve tan quieta como pude, incluso respiré con
precaución.
—Sé que no hay competencia —murmuré sobre su fría piel—. Ese es el problema.
—Rosalie es hermosa a su manera, por supuesto, pero incluso si no fuera como una
hermana para mí, incluso si Emmett no le perteneciera, jamás podría ejercer la décima, no,
qué digo, la centésima parte de la atracción que tú tienes sobre mí —estaba serio,
meditabundo—. He caminado entre los míos y los hombres durante casi noventa años... Todo
ese tiempo me he considerado completo sin comprender que estaba buscando, sin encontrar
nada porque tú aún no existías.
—No parece demasiado justo —susurré con el rostro todavía recostado sobre su
pecho, escuchando la cadencia de su respiración—. En cambio, yo no he tenido que esperar
para nada. ¿Por qué debería dejarte escapar tan fácilmente?
—Tienes razón —admitió divertido—. Debería ponértelo más difícil, sin duda —al
liberar una de sus manos, me soltó la muñeca sólo para atraparla cuidadosamente con la otra
mano. Me acarició suavemente la melena mojada de la coronilla hasta la cintura—. Sólo te
juegas la vida cada segundo que pasas conmigo, lo cual, seguramente, no es mucho. Sólo
tienes que regresar a la naturaleza, a la humanidad... ¿Merece la pena?
—Arriesgo muy poco... No me siento privada de nada.
—Aún no.
Al hablar su voz se llenó abruptamente de la antigua tristeza. Intenté echarme hacia
atrás para verle la cara, pero su mano me sujetaba las muñecas con una presión de la que no
me podía zafar.
— ¿Qué...? —empecé a preguntar cuando su cuerpo se tensó, alerta. Me quedé
inmóvil, pero inopinadamente me soltó las manos y desapareció. Estuve a punto de caer de
bruces.
— ¡Túmbate! —murmuró. No sabría decir desde qué lugar de la negrura me hablaba.
Me di la vuelta para meterme debajo de la colcha y me acurruqué sobre un costado, de
la forma en que solía dormir. Oí el crujido de la puerta cuando Charlie entró para echar un
vistazo a hurtadillas y asegurarse de que estaba donde se suponía que debía estar. Respiré
acompasadamente, exagerando el movimiento.
Transcurrió un largo minuto. Estuve atenta, sin estar segura de haber escuchado
cerrarse la puerta. En ese momento, el frío brazo de Edward me rodeó debajo de las mantas y
me besó en la oreja.
—Eres una actriz pésima... Diría que ése no es tu camino.
— ¡Caray!
Mi corazón estaba a punto de salirse del pecho. Tarareó una melodía que no
identifiqué. Parecía una nana. Hizo una pausa.
— ¿Debería cantarte para que te durmieras?
—Cierto —me reí—. ¡Cómo me podría dormir estando tú aquí!
—Lo has hecho todo el tiempo —me recordó.
—Pero no sabía que estabas aquí —repliqué con frialdad.
—Bueno, si no quieres dormir... —sugirió, ignorando mi tono. Se me cortó la
respiración.
—Si no quiero dormir..., ¿qué?
Rió entre dientes.
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