Page 158 - Crepusculo 1
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LOS CULLEN



                     Finalmente, me despertó la tenue luz de otro día nublado. Yacía con el brazo sobre los
               ojos, grogui y confusa. Algo, el atisbo de un sueño digno de recordar, pugnaba por abrirse
               paso en mi mente. Gemí y rodé sobre un costado esperando volver a dormirme. Y entonces lo
               acaecido el día anterior irrumpió en mi conciencia.
                     — ¡Oh!
                     Me senté tan deprisa que la cabeza me empezó a dar vueltas.
                     —Tu pelo parece un almiar, pero me gusta.
                     La voz serena procedía de la mecedora de la esquina.
                     —¡Edward,  te  has  quedado!  —me  regocijé  y  crucé  el  dormitorio  para  arrojarme
               irreflexivamente a su regazo. Me quedé helada, sorprendida por mi desenfrenado entusiasmo,
               en el instante en el que comprendí lo que había hecho. Alcé la vista, temerosa de haberme
               pasado de la raya, pero él se reía.
                     —Por supuesto —contestó, sorprendido, pero complacido de mi reacción. Me frotó la
               espalda con las manos.
                     Recosté con cuidado la cabeza sobre su hombro, inspirando el olor de su piel.
                     —Estaba convencida de que era un sueño.
                     —No eres tan creativa —se mofó.
                     —¡Charlie! —exclamé.
                     Volví a saltar de forma irreflexiva en cuanto me acordé de él y me dirigí hacia la puerta.
                     —Se marchó hace una hora... Después de volver a conectar los cables de la batería de tu
               coche,  debería  añadir.  He  de  admitir  cierta  decepción.  ¿Es  todo  lo  que  se  le  ocurre  para
               detenerte si estuvieras decidida a irte?
                     Estuve reflexionando mientras me quedaba de pie, me moría de ganas de regresar junto
               a él, pero temí tener mal aliento.
                     —No sueles estar tan confundida por la mañana —advirtió.
                     Me tendió los brazos para que volviera. Una invitación casi irresistible.
                     —Necesito otro minuto humano —admití.
                     —Esperaré.
                     Me precipité hacia el baño sin reconocer mis emociones. No me conocía a mí misma, ni
               por dentro ni por fuera. El rostro del espejo, con los ojos demasiado brillantes y unas manchas
               rojizas  de  fiebre  en  los  pómulos,  era  prácticamente  el  de  una  desconocida.  Después  de
               cepillarme los dientes, me esforcé por alisar la caótica maraña que era mi pelo. Me eché agua
               fría sobre el rostro e intenté respirar con normalidad sin éxito evidente. Regresé a mi cuarto
               casi a la carrera.
                     Parecía  un  milagro  que  siguiera  ahí,  esperándome  con  los  brazos  tendidos  para  mí.
               Extendió la mano y mi corazón palpitó con inseguridad.
                     —Bienvenida otra vez —musitó, tomándome en brazos.
                     Me meció en silencio durante unos momentos, hasta que me percaté de que se había
               cambiado de ropa y llevaba el pelo liso.
                     —¡Te has ido! —le acusé mientras tocaba el cuello de su camiseta nueva.
                     —Difícilmente podía salir con las ropas que entré. ¿Qué pensarían los vecinos?
                     Hice un mohín.




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