Page 160 - Crepusculo 1
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—No te preocupes —esbozó una sonrisa de suficiencia—. Té protegeré.
—No los temo a ellos —me expliqué—, sino a que no les guste. ¿No les va a sorprender
que lleves a casa para conocerlos a alguien, bueno, a alguien como yo?
—Oh, están al corriente de todo. Ayer cruzaron apuestas, ya sabes —sonrió, pero su voz
era severa—, sobre si te traería de vuelta, aunque no consigo imaginar la razón por la que
alguien apostaría contra Alice. De todos modos, no tenemos secretos en la familia. No es
viable con mi don para leer las mentes, la precognición de Alice y todo eso.
—Y Jasper haciéndote sentir todo el cariño con que te arrancaría las tripas.
—Prestaste atención —comentó con una sonrisa de aprobación.
—Sé hacerlo de vez en cuando —hice una mueca——. ¿Así que Alice me vio regresar?
Su reacción fue extraña.
—Algo por el estilo —comentó con incomodidad mientras se daba la vuelta para que no
le pudiera ver los ojos. Le miré con curiosidad.
—¿Tiene buen sabor? —preguntó al volverse de repente y contemplar mi desayuno con
un gesto burlón—. La verdad es que no parece muy apetitoso.
—Bueno, no es un oso gris irritado... —murmuré, ignorándole cuando frunció el ceño.
Aún me seguía preguntando por qué me había respondido de esa manera cuando
mencioné a Alice. Mientras especulaba, me apresuré a terminar los cereales.
Permaneció plantado en medio de la cocina, de nuevo convertido en la estatua de un
Adonis, mirando con expresión ausente por las ventanas traseras. Luego, volvió a posar los
ojos en mí y esbozó esa arrebatadora sonrisa suya.
—Creo que también tú deberías presentarme a tu padre.
—Ya te conoce —le recordé.
—Como tu novio, quiero decir.
Le miré con gesto de sospecha.
—¿Por qué?
—¿No es ésa la costumbre? —preguntó inocentemente.
—Lo ignoro —admití. Mi historial de novios me ofrecía pocas referencias con las que
trabajar, y ninguna de las reglas normales sobre salir con chicos venía al caso—. No es
necesario, ya sabes. No espero que tú... Quiero decir, no tienes que fingir por mí.
Su sonrisa fue paciente.
—No estoy fingiendo.
Empujé el resto de los cereales a una esquina del cuenco mientras me mordía el labio.
—¿Vas a decirle a Charlie que soy tu novio o no? —quiso saber.
—¿Es eso lo que eres?
En mi fuero interno, me encogí ante la perspectiva de unir a Edward, Charlie y la
palabra novio en la misma habitación y al mismo tiempo.
—Admito que es una interpretación libre, dada la connotación humana de la palabra.
—De hecho, tengo la impresión de que eres algo más —confesé clavando los ojos en la
mesa.
—Bueno, no creo necesario darle todos los detalles morbosos —se estiró sobre la mesa
y me levantó el mentón con un dedo frío y suave—. Pero vamos a necesitar una explicación
de por qué merodeo tanto por aquí. No quiero que el jefe de policía Swan me imponga una
orden de alejamiento.
—¿Estarás? —pregunté, repentinamente ansiosa—. ¿De veras vas a estar aquí?
—Tanto tiempo como tú me quieras —me aseguró.
—Te querré siempre —le avisé—. Para siempre.
Caminó alrededor de la mesa muy despacio y se detuvo muy cerca, extendió la mano
para acariciarme la mejilla con las yemas de los dedos. Su expresión era inescrutable.
—¿Eso te entristece?
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