Page 223 - Crepusculo 1
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Asintió con la cabeza e introdujo el sobre en el bolso debajo de la solapa, de modo que
               Edward lo encontraría relativamente pronto.
                     Los  minutos  transcurrían  e  iba  acercándose  el  aterrizaje  del  avión  en  el  que  viajaba
               Edward. Me sorprendía cómo cada una de mis células parecía ser consciente de su llegada y la
               anhelarla. Esa sensación me complicaba las cosas, y pronto me descubrí buscando excusas
               para quedarme a verle antes de escapar, pero sabía que eso me limitaba la posibilidad de huir.
                     Alice se ofreció varias veces para acompañarme a desayunar. —Más tarde —le dije—,
               todavía no.
                     Estudié el panel de llegadas de los vuelos, comprobando cómo uno tras otro llegaban
               con puntualidad. El vuelo procedente de Seattle cada vez ocupaba una posición más alta en el
               panel. —
                     Los dígitos volvieron a cambiar cuando sólo me quedaban treinta minutos para intentar
               la fuga. Su vuelo llegaba con diez minutos de adelanto, por lo que se me acababa el tiempo.
                     —Creo que me apetece comer ahora —dije rápidamente.
                     Alice se puso de pie.
                     —Iré contigo.
                     — ¿Te importa que venga Jasper en tu lugar? —pregunté—. Me siento un poco... —no
               terminé la frase. Mis ojos estaban lo bastante enloquecidos como para transmitir lo que no
               decían las palabras.
                     Jasper se levantó. La mirada de Alice era confusa, pero, comprobé para alivio mío, que
               no sospechaba nada. Ella debía de atribuir la alteración en su visión a alguna maniobra del
               rastreador, más que a una posible traición por mi parte.
                     Jasper caminó junto a mí en silencio, con la mano en mis ríñones, como si me estuviera
               guiando.  Simulé  falta  de  interés  por  las  primeras  cafeterías  del  aeropuerto  con  que  nos
               encontramos, y movía la cabeza a izquierda y derecha en busca de lo que realmente quería
               encontrar: los servicios para señoras del nivel tres, que estaban a la vuelta de la esquina, lejos
               del campo de visión de Alice.
                     — ¿Te importa? —pregunté a Jasper al pasar por delante—. Sólo será un momento.
                     —Aquí estaré —dijo él.
                     Eché a correr en cuanto la puerta se cerró detrás de mí. Recordé aquella ocasión en que
               me extravié por culpa de este baño, que tenía dos salidas.
                     Sólo tenía que dar un pequeño salto para ganar los ascensores cuando saliera por la otra
               puerta. No entraría en el campo de visión de Jasper si éste permanecía donde me había dicho.
               Era mi única oportunidad, por lo que tendría que seguir corriendo si él me veía. La gente se
               quedaba  mirándome,  pero  los  ignoré.  Los  ascensores  estaban  abiertos,  esperando,  cuando
               doblé  la  esquina.  Me  precipité  hacia  uno  de  ellos  ——estaba  casi  lleno,  pero  era  el  que
               bajaba— y metí la mano entre las dos hojas de la puerta que se cerraba. Me acomodé entre los
               irritados pasajeros y me cercioré con un rápido vistazo de que el botón de la planta que daba a
               la calle estuviera pulsado. Estaba encendido cuando las puertas se cerraron.
                     Salí disparada de nuevo en cuanto se abrieron, a pesar de los murmullos de enojo que se
               levantaron  a  mi  espalda.  Anduve  con  lentitud  mientras  pasaba  al  lado  de  los  guardias  de
               seguridad, apostados junto a la cinta transportadora, preparada para correr tan pronto como
               viera las puertas de salida. No tenía forma de saber si Jasper ya me estaba buscando. Sólo
               dispondría  de  unos  segundos  si  seguía  mi  olor.  Estuve  a  punto  de  estrellarme  contra  los
               cristales mientras cruzaba de un salto las puertas automáticas, que se abrieron con excesiva
               lentitud.
                     No había ni un solo taxi a la vista a lo largo del atestado bordillo de la acera.
                     No me quedaba tiempo. Alice y Jasper estarían a punto de descubrir mi fuga, si no lo
               habían hecho ya, y me localizarían en un abrir y cerrar de ojos.






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