Page 226 - Crepusculo 1
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me asfixiaba. El esfuerzo y el pánico me habían dejado extenuada. El recuerdo de mi madre
               era lo único que, un paso tras otro, me mantenía en movimiento.
                     Al acercarme vi el letrero colocado por la parte interior de la puerta. Estaba escrito a
               mano en papel rosa oscuro: decía que el estudio de danza estaba cerrado por las vacaciones de
               primavera. Aferré el pomo y lo giré con cuidado. Estaba abierto. Me esforcé por contener el
               aliento y abrí la puerta.
                     El oscuro vestíbulo estaba vacío y su temperatura era fresca. Se podía oír el zumbido
               del aire acondicionado. Las sillas de plástico estaban apiladas contra la pared y la alfombra
               olía a champú. El aula de danza orientada al oeste estaba a oscuras y podía verla a través de
               una ventana abierta con vistas a esa sala. El aula que daba al este, la habitación más grande,
               estaba iluminada a pesar de tener las persianas echadas.
                     Se apoderó de mí un miedo tan fuerte que me quedé literalmente paralizada. Era incapaz
               de dar un solo paso.
                     Entonces, la voz de mi madre me llamó con el mismo tono de pánico e histeria.
                     — ¿Bella? ¿Bella? —Me precipité hacia la puerta, hacia el sonido de su voz—. ¡Bella,
               me has asustado! —Continuó hablando mientras  yo entraba corriendo en el aula de techos
               altos—. ¡No lo vuelvas a hacer nunca más!
                     Miré a mí alrededor, intentando descubrir de dónde venía su voz. Entonces la oí reír y
               me giré hacia el lugar de procedencia del sonido.
                     Y allí estaba ella, en la pantalla de la televisión, alborotándome el pelo con alivio. Era el
               Día  de  Acción  de  Gracias  y  yo  tenía  doce  años.  Habíamos  ido  a  ver  a  mi  abuela  el  año
               anterior a su muerte. Fuimos a la playa un día y me incliné demasiado desde el borde del
               embarcadero.  Me  había  visto  perder  pie  y  luego  mis  intentos  de  recuperar  el  equilibrio.  «
               ¿Bella? ¿Bella?», me había llamado ella asustada.
                     La pantalla del televisor se puso azul.
                     Me volví lentamente. Inmóvil, James estaba de pie junto a la salida de emergencia, por
               eso no le había visto al principio. Sostenía en la mano el mando a distancia. Nos miramos el
               uno al otro durante un buen rato y entonces sonrió.
                     Caminó  hacia  mí  y  pasó  muy  cerca.  Depositó  el  mando  al  lado  del  vídeo.  Me  di  la
               vuelta con cuidado para seguir sus movimientos.
                     —Lamento  esto,  Bella,  pero  ¿acaso  no  es  mejor  que  tu  madre  no  se  haya  visto
               implicada en este asunto? —dijo con voz cortés, amable.
                     De repente caí en la cuenta. Mi madre seguía a salvo en Florida. Nunca había oído mi
               mensaje. Los ojos rojo oscuro de aquel rostro inusualmente pálido que ahora tenía delante de
               mí jamás la habían aterrorizado. Estaba a salvo.
                     —Sí —contesté llena de alivio.
                     —No pareces enfadada porque te haya engañado.
                     —No lo estoy.
                     La euforia repentina me había insuflado coraje. ¿Qué importaba ya todo? Pronto habría
               terminado y nadie haría daño a Charlie ni a mamá, nunca tendrían que pasar miedo. Me sentía
               casi  mareada.  La  parte  más  racional  de  mi  mente  me  avisó  de  que  estaba  a  punto  de
               derrumbarme a causa del estrés.
                     — ¡Qué extraño! Lo piensas de verdad —sus ojos oscuros me examinaron con interés.
               El iris de sus pupilas era casi negro, pero había una chispa de color rubí justo en el borde.
               Estaba sediento—. He de conceder a vuestro extraño aquelarre que vosotros, los humanos,
               podéis resultar bastante interesantes. Supongo que observaros debe de ser toda una atracción.
               Y lo extraño es que muchos de vosotros no parecéis tener conciencia alguna de lo interesantes
               que sois.
                     Se encontraba cerca de mí, con los brazos cruzados, mirándome con curiosidad. Ni el
               rostro ni la postura de James mostraban el menor indicio de amenaza. Tenía un aspecto muy




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